Un señor francés que dijo representar a unos inversores saudíes se cargó la inocencia de los políticos asturianos. Se trataba de Maurice-Jean Lauze. En 1993 se plantó en Oviedo para decir que sus clientes planeaban levantar una refinería petroquímica que iba a salvar a Asturias del agujero en el que la reconversión industrial le había metido. Pero todo fue nada. Un "bluff". Fue así que nació el petromocho, el mayor escándalo político de la historia reciente de Asturias que propició el fin del Gobierno asturiano presidido por el socialista Juan Luis Rodríguez-Vigil.

Estos días en Asturias rememoran el escándalo del petromocho, con lo sucedido en Corvera. Sin embargo, ni los supuestos intermediarios de la compañía Barrick Gold -el empresario de construcción José Caamaño Canosa y los ingenieros José Luis Colao y Luis Suárez-, ni la propia multinacional metalúrgica han cazado un euro público. De hecho, según ha podido saber este periódico, habrían rechazado la posibilidad de aceptar cualquier subvención que pudieran conceder las administraciones regional o municipal.

El papel municipal representado por el alcalde Iván Fernández, aseguran fuentes del Ayuntamiento, se limitó a poner sobre la mesa las condiciones legales del municipio para el establecimiento de la fábrica. O sea, dos empresas privadas negociaron mano a mano y el Ayuntamiento se mantuvo a la expectativa de la resolución de esa negociación.

La reconversión de los años noventa corre paralela a la crisis actual. El paro es el mayor de los problemas a los que tuvieron y tienen que enfrentarse los representantes políticos regionales y autonómicos. Entonces, en 1993, se pusieron sobre la mesa 366.000 millones de pesetas. Ahora, 90 millones de euros. Pero al final, todo ha quedado en agua de borrajas.