Nacido en Arzúa hace 32 años, Ramón Raposo es ingeniero aeroespacial y desde 2012 trabaja para NATS, una empresa británica proveedora de servicios de navegación aérea que desde hace dos años participó junto con otras firmas del sector en el proyecto Claire para volar un dron grande (de 500 kilos) a 4.500 metros de altura, dentro del espacio aéreo controlado, reservado para rutas comerciales. El hito, técnico pero sobre todo de seguridad y desarrollo del negocio, se produjo el pasado 30 de septiembre, gracias al trabajo, entre otros, de Raposo Vidal, que formó parte además del equipo técnico que controló y tripuló el aparato desde una sala del aeropuerto de Gales durante tres horas y media. Raposo bromea con que el suyo es un caso "de fuga pero no de talento", aunque reconoce que en Reino Unido, como en otros países, las empresas tienen muy claro que si sus empleados no se sienten valorados e incentivados, la dejarán por otra.

-¿Cuál era la complejidad del proyecto?

-Los drones han demostrado que están técnicamente capacitados para hacer lo que cualquier avión. La complejidad está en que hasta ahora no participaban de la gestión del espacio aéreo como sí lo hacen los aviones comerciales. El espacio aéreo se divide entre el controlado -en el que un avión entra y es guiado por un controlador aéreo- y el no controlado, que es el que usan las avionetas y en el que tienes un punto de partida y otro de llegada pero en vuelo tú te vas separando de los otros usuarios que ves a simple vista. En el controlado los controladores aéreos se encargan de hacer de guardias de tráfico. Los drones no pasaban por ahí y, si lo hacían, se creaban una especie de pequeños muros que apartaban sus rutas de las de los aviones. En el cielo hay divisiones publicadas en documentos legales que crean barreras entre unas y otras zonas. En este caso compartieron el espacio controlado.

-Para lograrlo hará falta una preparación especial, ¿no?

-Sí. Esto es la culminación de un proyecto de dos años con tres empresas involucradas; la francesa Thales, la holandesa NLR (que colaboró con simuladores), y NATS que somos, básicamente, los controladores. El proyecto está cofinanciado por la UE, dentro del proyecto de cielo único europeo Sesar. Pasó por varias fases y se hicieron pruebas en simuladores en las que pusimos a prueba nuestros procedimientos y los mecanismos diseñados. Esto nos permitió probar situaciones de emergencia en las que testamos todas las posibles cosas que podrían ir mal. Todo esto fue supervisado por el regulador aeronáutico y el Ministerio de Defensa británicos. Al final todo salió según lo esperado y no tuvimos que echar mano de ninguna contingencia.

-La ruta estaba planeada, supongo.

-Sí, más o menos fue un vuelo circular. Primero pasó por el espacio no controlado y una vez que estaba en su velocidad de crucero, cruzamos la barrera y metimos el dron a 4.500 metros en una aerovía convencional que pasa sobre Gales y por la que pasan los vuelos entre Europa y Estados Unidos.

-¿Hubo alguna información a las compañías ?

-No. Avisamos a los usuarios de ese espacio no controlado, que usan las avionetas o parapentes. Podrían haberse informado pero realmente no les afectaba porque aún volando en el mismo espacio, el dron lo hace más abajo.

-¿Hubo sorpresas?

-(risas) No. Como anécdota, sólo que a los controladores les pareció muy lento, porque volaba a 100 kilómetros por hora, pero por las características de este dron, que fue diseñado para funciones de vigilancia militar y tenía que ser lento.

-Defiende que los drones tienen un amplio uso civil comercial pero en este mundo tan convulso, ¿es seguro?

-De momento no estamos preparados para el uso de drones en cualquier circunstancia. Éste es un hito dentro de la integración pero queda mucho por hacer y con este proyecto vimos cuáles son las áreas en las que trabajar. Falta desarrollo normativo, de regulación aeronáutica porque en España por ejemplo los drones vuelan bajo las normas del aeromodelismo. Queda trabajo tecnológico en fiabilidad de los drones, para evitar accidentes, y que además de volar de forma autónoma, como ya hacen, sean capaces de apartarse de obstáculos en vuelo. Usos como el que proponía Amazon de reparto de paquetería sólo se podrán desarrollar con este avance. Además, la industria necesitamos desarrollar tecnologías que los detecten electrónicamente, radares, y que los derriben en caso de amenaza.

-Una de las aplicaciones que apunta es la de rescate. ¿Podría usarse en salvamento marítimo?

-Sí. Una de las ventajas de esta industria es que rebaja los costes de servicios que ya se prestan, como la fotografía aérea, y permite otros nuevos. Los drones tienen una autonomía altísima, de hasta 20 horas, y se pueden programar fácilmente para acotar el área de vuelo

-¿Cree que el centro de investigación aerotransportada de Rozas que promueve la Xunta podrá convertir Galicia en una potencia de esta industria?

-Me encantaría que así fuera porque conozco la industria aeronáutica y tendría un montón de beneficios para Galicia. Que la Xunta demuestre la ambición de promoverlo es el primer paso para que sea un éxito. Seguro que habrá muchas barreras pero da la sensación de que las bases son sólidas. Ser innovador en un campo en el que parece que hay tanto camino por recorrer y tantos beneficios por recoger, podrá convertir Galicia en un elemento fuerte. Lo que no puedo es comparar con otros proyectos que se estén desarrollando en el resto de España, los desconozco. Desde fuera, que haya empresas grandes y sólidas muy interesadas, como Airbus, le da credibilidad y siento no mencionar a las pequeñas gallegas, que sé que optaban, pero no las conozco. Soy muy optimista y estoy muy satisfecho con esto porque Galicia necesita proyectos como éste y la industria se va a desarrollar más en torno a los drones más pequeños.

-¿Será suficiente para convertir la industria aeronáutica en uno de los pilares del PIB gallego, al nivel del textil, como dice la Xunta?

-No lo sé. Pero si alguien me preguntase en qué industria hay empresas dispuestas a poner dinero y usos por desarrollar diría que la de los drones.

-¿Le pidieron consejo?

-A mí no (risas). Mi trayectoria en el mundo de los drones es relativamente reciente. Ojalá sea un motor para la industria de la aviación y para la economía gallega.