Juan María Nin Génova (Barcelona, 1953) es, sin duda, uno de los nombres propios de la historia moderna de las finanzas españolas. Vivió en primera persona la transformación del sector. Estuvo en la cúpula del Santander, del Sabadell y en 2007 entró en La Caixa, donde fue número dos hasta su marcha en junio de 2014 y encabezó el intento de hacerse con la nacionalizada NCG. Esta semana recaló en Vigo para presentar Por un crecimiento racional, el libro publicado por Planeta con el que el ahora asesor en estrategia internacional y finanzas rompe el silencio obligado tras la salida de una gran empresa. Hoy, con la resaca del seísmo provocado por la intervención del Popular y su venta instantánea al Santander, Nin tiene también una opinión. Y muy clara: "La operación es extraordinaria".

-Le he escuchado estos días defender la seriedad del sistema y la Administración en España. Cuando día sí y día también salta un caso de corrupción, ¿se puede mantener esa defensa?

-Sin duda. A la hora de calificar la situación de un país, una empresa o un ciudadano, se debe mantener un respeto muy importante, moral y ético, para el conjunto de las instituciones y la ciudadanía. Hay que distinguir la patología y el mal comportamiento de determinadas instituciones o personas del resto. La experiencia y los números demuestran el comportamiento extraordinario del conjunto de la sociedad española en valores, ayuda al prójimo o serenidad política durante la crisis más grave que hemos tenido. Si los tiempos de corrección son muy largos, se van acumulando asuntos y la sensación, muy humana, es que esto no se acaba nunca. Pero yo no estoy dispuesto a que el comportamiento despreciable de una parte de la sociedad se extienda como apellido al conjunto.

-Me dirá que eso puede trasladarse al sector financiero.

-Por supuesto.

-¿Pero entiende el daño reputacional y el desapego de la sociedad hacia la banca?

-Hay que ser cuidadosos porque la descalificación de una actividad legítima o de un grupo de personas por desarrollar esta actividad tiene un calificativo y se llama fascismo. Eso no es admisible. Ni es democrático ni moral. También es cierto que subyace el problema de la falta de educación financiera y la mala gestión del sector sobre qué es y lo que representa. Y es una mala fama merecida porque siempre que hay un problema económico de liquidez, como el del miércoles o en octubre de 2008, es la manifestación de un problema más profundo. Hay muchos datos en contra de la percepción del sistema financiero, pero la realidad es muy tozuda: existe desde que existe la humanidad y es mucho más que los problemas que puede causar en un momento determinado.

-Pues ahora hay muchos accionistas, que también son ahorradores, que pierden todo en el Popular.

-¡Hombre claro! ¡Faltaría más!

-Es que no se les trata como ahorradores.

-Una cosa es ser accionista y otra tener un depósito. Lo que ya no es admisible en la sociedad actual es que las personas mayores de edad, los ciudadanos libres y responsables, cuando tienen un problema se transmuten en consumidores tontos y protegidos. Y mucho menos que recurran al presupuesto público, que está para los hospitales, para la justicia, para la seguridad, con el fin de solucionar sus problemas. ¿En qué mundo vivimos?

-¿Le parece una gran operación?

-Extraordinaria, profesional, que demuestra una vez más la seriedad de España como país. Que ha evitado utilizar dinero público para otras cosas, en la que se ha solucionado con un banco español un problema de tamaño europeo. Hemos puesto en funcionamiento los mecanismos europeos de intervención y da confianza para avanzar en la unión económica y política europea. De libro.

-¿No habría que darle una vuelta a los test de estrés?

-Claro. Hemos empezado, estamos aprendiendo a hacerlos. Aunque los test de estrés no garantizan nada.

-Sobre todo si la valoración de activos está mal.

-Esto es mucho más complicado porque las personas no se comportan como máquinas y los tiempos cambian las valoraciones. Lo que hoy vale 10, en un año puede valer 1.000 y diez años 20.000 o -5. Por definición, los test de estrés no garantizan nada, prevén escenarios y dan pistas.

-En su trayectoria en CaixaBank, ¿le queda la espina de no ganar la subasta por NCG?

-Vamos a ver... La respuesta es no. En mi modo de gestionar, todo el equipo de CaixaBank, utilizamos la crisis para crecer orgánica e inorgánicamente. Intentamos comprarlo todo. En algunos casos lo conseguimos -seis cajas y dos bancos- y avanzamos en algunos territorios muy bien. En el caso de Galicia yo tenía una ilusión muy importante, casi te diría afectiva, pero en el desempeño profesional hay unas reglas de juego generales que hay que obedecer y otras que te marcas. Y en ese caso nosotros considerábamos que lo que había que hacer no se ajustaba a lo que pensaban otros que presentaron ofertas.

-¿Que valía menos de 1.000 millones?

-Valía menos... Aquí también había otro enfoque, de larga discusión. Si te fijas, CaixaBank fusionó todas las cajas y bancos que compró. Es una única entidad. Quizás en algunos sitios alguien pudo pensar que tenía más valor mantener la personalidad jurídica, como pasó, que fusionar..

-Pero esa no era una regla del Banco de España...

-No, no. Es una cuestión de enfoque metodológico. Cuando haces tu trabajo tienes que entender que hay unas reglas y otras que pones tú. Cuando encajan las generales con las tuyas, haces operaciones. Cuando no, no las haces.