Entre la parada de bus de la plaza de Pontevedra y Novo Mesoiro distan casi veinte minutos de ruta, y eso que hoy casi no ha habido atascos a la altura del polígono de Pocomaco. Si se te ocurre ir temprano como a mí, te darás cuenta de que al barrio le cuesta madrugar. Caminarás en solitario un buen rato, sólo verás gente dentro de los coches y el paseo te servirá para comprobar lo parecidos que resultan los barrios de nueva construcción. Torres de seis u ocho pisos, galerías en lugar de balcones, glorietas para dividir las promociones, locales en busca de inquilinos y equipamientos en construcción marcan las similitudes. Cuando por fin diviso a una mujer con su carrito de la compra bajando toda decidida la avenida de Novo Mesoiro la sigo, o casi persigo, hasta la carnicería Chena, donde José María Calvete se afana en tener todo preparado para los primeros clientes de la mañana. Su mujer Ana María Rey le echa una mano en la elaboración del raxo y mientras corta con delicadeza la carne mira al futuro, sin levantar la vista del cuchillo, para señalar que le gustaría que "las administraciones empiecen y acaben las obras, que no las dejen a medias o las prolonguen durante años como ha pasado con la tercera ronda porque los atascos son constantes y dificultan el acceso al barrio". Llevan diez años viviendo en la zona; han presenciado cómo las viviendas se han ido llenando de parejas jóvenes y comparten que se necesita "un colegio". "Hay muchos niños y cuando compramos -cuenta Rey- en el plan aparecía un centro educativo completo y ahora solo hay uno de Primaria", dice en alusión al Manuel Murguía de Feáns. El matrimonio no espera que su papeleta en las municipales cambie su realidad porque "los políticos hacen la propaganda electoral para ganar las elecciones y después no cumplen casi nada", opina Ana María. Desde el otro lado del mostrador, José María apostilla que la difícil situación económica y social sólo se arregla "con políticos que no sean corruptos, que miren por la gente y no actúen en su beneficio". Ambos irán a votar, pero todavía no han decidido a quién porque dudan en encontrar ese prototipo entre los candidatos.

En la acera de enfrente, Junquera Mariño reserva parte del mostrador de su tienda de alimentación para recoger firmas de apoyo con las que conseguir un centro educativo que llegue hasta Bachillerato. La comercial también es vecina y reclama que el Gobierno local atienda más a los barrios periféricos porque "parece que sólo se invierte en el centro para atraer turistas cuando aquí la densidad de población es muy alta y hay muchos niños". Junquera quiere un Novo Mesoiro con trabajo y equipamientos. "Se necesita otro pediatra porque ahora sólo hay una, más líneas de autobús y una biblioteca", enumera antes de que una cliente le interrumpa para saber qué tipo de patata es la mejor para cocer. Tras el consejo, Junquera reconoce que a veces siente que vive "en un rincón" donde cuesta conseguir "servicios para mejorar la calidad de vida de la gente". Rotunda lanza un "no" para responder si cree que conseguirá su Novo Mesoiro ideal tras las municipales del 24 de mayo, pero de todas formas irá a votar porque "con protestar no se consigue nada, hay que ejercer el derecho al voto".

La mañana se va desperezando y el primer café atrae viandantes. Delante de una cafetería, Pilar Abuín Quiroga defiende que el futuro lo marca el trabajo. "Se necesita empleo y ayudas para que la gente que lo está pasando mal salga de esta mala racha. Con trabajo y apoyo se abrirían negocios, aumentaría el consumo y el barrio tendría más vida", afirma. El condicional que utiliza Abuín para narrar esta cadena adopta tintes negativos cuando concreta lo difícil que ve que las municipales traigan los salarios y servicios que ansía. "Estamos enfadados -señala-, desilusionados y a veces da la sensación de que da igual a quién votes porque todos son más o menos iguales". La joven no quiere dejarse llevar por el desánimo porque "hay que tener esperanzas de cambio, hay que probar con otras alternativas y dar la oportunidad a la gente que se presenta con ganas de cambiar las cosas". No tiene decidido el voto, pero sin duda se acercará a su colegio electoral.

La desconfianza en los partidos políticos de la que habla Pilar Abuín queda patente en las palabras de Manuel Ares García. "Deseo una Coruña en la que todos podamos convivir, en la que nos respetemos y podamos tener una vida digna". Interrumpo su ruta matinal para hacer recados y pasear a su bebé. Ares está contento de vivir en Novo Mesoiro desde hace seis años, le gusta su tranquilidad, pero cree que le falta un centro educativo público donde su hijo pueda cursar en un futuro sus estudios de principio a fin. "No confío en los políticos -dice-, el día que cambien de mentalidad y demuestren que piensan antes en los ciudadanos que en su enriquecimiento, tal vez cambie de opinión. Pero, por ahora, ninguno merece mi confianza porque está muy de moda prometer cosas y después no hacer nada".

A cien metros tengo un deja vu al hablar con José Ignacio García Martínez, otro papá del barrio que aprovecha la mañana para acercar a su hijo a la pequeña zona de juegos de la calle Os Ancares. Mientras conversamos no deja de sonar la música del juguete que lleva el pequeño en la silla para entretenerse en los trayectos a cuatro ruedas. "Creo que en el barrio hay cerca de 2.000 niños menores de cuatro años -calcula García- y sólo tenemos dos columpios y un tobogán porque el parque nuevo de la entrada es para mayores de ocho años". La educación también figura entre las prioridades de José Ignacio para el futuro: "El barrio necesita un colegio propio, desde la asociación de vecinos están recogiendo firmas para conseguirlo cuanto antes porque dicen que la Xunta decidirá dentro de tres años si lo construye o no, y mientras los niños crecen y los tendremos que mandar a centros lejanos, adonde nos toque". Esta indefinición y el incumplimiento de ampliar las líneas de autobús que llegan hasta Novo Mesoiro le llevan a considerar que "los que han gobernado en los últimos veinte año son iguales, son los mismos con otras camisetas". "Ha llegado el momento -defiende- de darle la oportunidad a gente nueva, que viene de la calle, que es gente obrera y quiere dedicarse a la política local por principios e ideales". En mayo no le pasará como en las últimas elecciones europeas, en las que no fue a votar porque no lo tenía claro. Sin dar nombres, García Martínez adelanta que su papeleta irá "a la gente nueva para que los que están se lleven un susto y pasen unos años en la oposición".

El pitido de un silbato y los gritos de varios niños me llevan a acercarme a la pista de césped artificial que hay en la entrada del centro cívico. Los padres hacen de árbitros, entrenadores y afición de los menores uniformados de futbolistas. La reunión se presta para el debate, así que enseguida montamos un corrillo alrededor de la grabadora de voz de mi móvil en el que participan seis tertulianos. La primera en romper el hielo es Mónica Allo que desea una ciudad "con más empleo, con más zonas verdes, con campamentos para los niños con suficientes plazas para todos y con guarderías públicas donde prime la renta de los padres". Mónica también reclama el ansiado colegio para Novo Mesoiro porque "más de la mitad de los niños de A Coruña viven aquí y no es normal que no tengamos un centro público donde puedan estudiar hasta el final. Y si no puede ser, al menos, que pongan autobuses que conecten directamente con los centros María Pita, Alborada o Ramón de la Sagra porque la línea 21 no pasa por ninguno". Marcos Gómez asiente mientras habla Mónica y puntualiza que "pasa lo mismo con los universitarios que se desplazan al campus de Elviña, que está ahí al lado, pero tienen que bajarse en Pocomaco e ir andando por la carretera, con lo peligroso e ilógico que esto resulta".

Todos coinciden en que el barrio tiene mucha vida, alaban la labor de la asociación de vecinos y las actividades que organizan desde el centro cívico, pero no sienten el respaldo de las instituciones. "Estamos muy cerca de todo y a la vez muy lejos porque falta apoyo", resume Allo. Para Sonia Mahía, "no hay ni dinero ni ganas de invertir en la juventud y los niños, que son el verdadero futuro. Los políticos no están con la conciliación familiar, ni con la apertura de más guarderías o parques, prefieren proyectos más vistosos con los que hacerse la foto y que están muy alejados de la realidad de la gente". Y como muestra, la inauguración de la tercera ronda. "Llevamos diez años de atascos -recuerda Mónica Allo- y ahora viene el alcalde y se cuelga la medalla de un proyecto que heredó de otros sin tan siquiera reconocer los méritos de los anteriores". Sonia puntualiza: "Perdona, el mérito es nuestro porque la obra sale del bolsillo de todos y somos los que hemos aguantado las molestias". Todos ríen.

Desde el punto de vista de Ana Vilar entre las inversiones de María Pita y las preocupaciones de las familias jóvenes hay un abismo que no acortarán las elecciones porque "la campaña no sirve para reconocer los problemas y plantear soluciones, sólo la utilizan para mover la porquería entre ellos y demostrar que todos son iguales. No hay una opción política que ilusione". El debate se alarga y los niños reclaman la atención de los padres. Antes de volver a su puesto de improvisado árbitro Raúl Méndez comenta que A Coruña "con trabajo, contratos estables y jornadas que permitan conciliar la vida profesional y familiar" que le gustaría tener en un futuro no se conseguirá en las elecciones porque "los políticos no cumplen lo que prometen y la ciudad que se necesita no figura en los programas electorales".

El debate a seis cierra mi recorrido por un Novo Mesoiro que quiere quitarse el complejo de barrio periférico con un colegio público que le permita sentirse totalmente autónomo. Los muchos niños del barrio hacen que el centro educativo encabece la lista de deseos de las diez personas con las que he hablado; en realidad once porque José María también participó pero no quiso foto. Todos irán a votar, todos. Ninguno reconoce abiertamente a quién, aunque muchos hablan de darle la oportunidad a "gente nueva" que apueste por "un cambio". Eso sí, ni Ana María, ni José María, ni Junquera, ni Pilar, ni Manuel, ni José Ignacio, ni Mónica, ni Marcos, ni Sonia, ni Ana, ni Raúl confían en que la futura Corporación municipal atienda sus necesidades diarias para los próximos cuatro años porque, por el momento, ven que los planes de desarrollo del barrio no se han cumplido. Cuando compraron sus viviendas sobre plano, todo era posible. Pero ahora el colegio tarda en llegar, la línea 23 de autobús no les permite comunicarse con Elviña o la Universidad y ven que inversiones como la tercera ronda sólo les han traído molestias.

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