A cuatro meses de las autonómicas, los surferos de la política gallega se han llevado un revolcón. El resultado objetivo para una alianza tan joven sigue siendo relevante y los coloca en disposición de contribuir a un cambio en la Xunta, pero las expectativas tan altas han quedado defraudadas y, lo que es más grave, arrecian las miradas inculpatorias a la hora de atribuir responsabilidades.

Desde hace meses se libra un pulso por el protagonismo en la confluencia y el camino a seguir, a lo que se han unidos roces personales, especialmente entre Beiras y Díaz.

El riesgo de que En Marea emule a AGE existe -éxito fulgurante y crisis-, pero todas las partes insisten en que no se divorciarán porque sería un suicidio y entregarían la Xunta al PP, que, reconocen en privado, lo tiene más fácil que en diciembre para retener el poder.

De un lado están Gómez-Reino y Ángela Rodríguez, representantes de Podemos enfrentados a la nueva jefa del partido en Galicia, Carmen Santos. El primero, junto con Yolanda Díaz, defiende dar más peso a las mareas locales, unidas en un debate que lidera Marea Atlántica, de la que precisamente Gómez-Reino es cofundador.

Enfrente, Anova desea más presencia nacionalista y una marea propia no sometida a Pablo Iglesias, al que reprochan no tenerlos en cuenta en los seis meses de minilegislatura. Beiras no oculta su malestar. Mientras, Santos se alinea con este bando en su rechazo a diluir más los referentes y dar protagonismo a las mareas para no enturbiar más el mensaje, pero también está en línea con Iglesias y Carolina Bescansa: Podemos, primus inter pares.

La voz pacificadora la puso el alcalde de Ferrol, Jorge Suárez, que pidió resaltar lo que los une y no lo que los separa. En unas semanas, cuando empiece el proceso para cerrar la candidatura gallega, se verá si los bandos se enrocan o tienen la mano.