Vincent Deighan, más conocido en el mundo del cómic como Frank Quitely, será sin ninguna duda la estrella más rutilante de la ya cercana edición del salón coruñés Viñetas desde o Atlántico (6-12 agosto) en un año de cartel prometedor. Autores del talle de José Domingo, Guéra, Pellejero, Homs y Bartolomé Seguí, o exposiciones como una dedicada a Son Goku, hacen de esta edición una cita notable. Pero disfrutar del arte y de la presencia del escocés Quitely es uno de los guilty pleasures más apetecibles para los aficionados al cómic.

Quitely comenzó a despuntar a finales de los ochenta con trabajos autoeditados y para pequeñas editoriales alternativas. Su estilo gráfico le irá abriendo puertas a partir de esos inicios, incluso en las editoriales y títulos más punteros. Por ejemplo en DC, para la que dibujaría en 1996 un alocado y denso Flex Mentallo salido de la imaginación de Grant Morrison (sin duda un escritor puntero en la industria de los superhéroes).

Pero la estrella de Quitely seguirá creciendo, tranquila como su nombre artístico hace ver, hasta lograr ilustrar alguno de los personajes de cómic más famosos de la historia. Los X-Men, Batman e incluso Superman, han pasado por su fascinante lápiz. O cosas tan curiosas como ilustraciones para la franquicia Star Wars. Entonces, ¿cuál es el secreto del éxito de Quitely? La respuesta es sencilla: cuestión de estilo. Desarrollarla, más complejo. El dibujo del escocés es un elemento definitorio ya en sí mismo. Un cruce, a priori imposible, entre el comix underground, los grandes autores de superhéroes y el estilizado espíritu de la historieta europea. Tiene esa impronta sucia, salvaje, de lo contracultural, pero inmersa en un acabado voluptuoso a lo Richard Corben. Y el preciosismo y elegancia de la escuela franco belga no le es ajena: Moebius, o Hermann, el autor del western Geremiah, son un claro referente.

Pero más allá de ser un mero aglutinante de opuestos, con esas especias tan diversas ha cocido una poción única, un espectáculo visual que, y esto es lo mejor, no esconde carencias de narrador, aspecto en que amalgama igualmente influencias tan diversas como la espectacularidad del mejor cómic de superhéroes y las dinámicas de Katsuhiro Otomo, el autor de Akira.

Sí: los cómics de Quitely son perfectos manuales de planificación y secuenciación y en no pocas ocasiones esa habilidad como narrador es capaz de esgrimir impactantes soluciones. Su atrevimiento formal, digamos, no está tan lejos del de los francotiradores del cómic alternativo o la novela gráfica, pero en el caso de Quitely se atreve a experimentar con el material más comercial. Como Jim Steranko (que llegó a romper barreras ilustrando una adaptación de la película Atmósfera cero en 1981). Pero esa posición peligrosa, la del autor de referencia que ya ha hecho escuela, es la que no pocas veces debilita a los genios. No es el caso: los últimos trabajos de Quitely, como su remozada versión de Batman, pueden aquejarse de cierta premura, pero jamás ser tildadas de torpes. Y sus futuros proyectos, como Jupiter's children (sobre una misteriosa búsqueda que comienza en 1920) parece que van a dar nuevas alegrías al lector.