. n 1916, Joyce publicó el Retrato del Artista adolescente. Se le anticipó, sin embargo, nuestro Pérez de Ayala en 1910 con el atribulado y lúcido Bertuco que protagoniza A.M.D.G. Y, años más tarde, Azaña, con su innominado narrador-personaje de El Jardín de los Frailes, aportaría a la literatura otro prototipo más al bienquisto inventario del artista adolescente cuyo predecesor más lejano fue quizás Julián Sorel, el héroe de Rojo y Negro de Stendhal. Se diría que, casi a la vuelta de cien años, hemos pasado del artista adolescente al adolescente colmado y acaso resabiado.

Quede claro, no obstante, que estamos hablando de prototipos; resulta obvio y perogrullesco que, ni en aquella época la mayor parte de los colegiales tenían esa sensibilidad artística de los personajes de novela a los que acabamos de aludir, ni tampoco en la actualidad la inmensa mayoría de los adolescentes protagoniza actos tan vandálicos como los que sucedieron en Pozuelo de Alarcón, de los que tanto viene informando la prensa.

Quedémonos, pues, con el prototipo del adolescente aparentemente colmado, que pertenece a familias que no están en la indigencia, que tiene a su disposición los mejores medios a su alcance para estudiar, leer, viajar y cultivar, así, su privilegiado espíritu. Retrato del adolescente colmado cuya voracidad consumista propende a ser saciada por parte de unos padres dispuestos a concederles casi todo cuanto piden, disfrazando la comodidad con una tolerancia no bien entendida.

Energía a raudales, poderío de sentirse jóvenes y, por ende, inmortales. Y, sin embargo, la adolescencia, al ser la edad de las pasiones desatadas, es una fase de la vida en la que se tienen pocas defensas para los sufrimientos que vienen dados desde el momento en que el nido se hizo tan pequeño que ya no hay cabida en él; y entonces toca asomarse al mundo, para algunos mucho menos hostil que para otros, pero siempre ajeno y desafiante, fuera del amparo familiar donde los códigos de conducta no suelen regirse por aquellos principios tan excelsos encaminados a hacernos mejores como especie. Retrato del adolescente colmado para quien la vida no se ajusta al género novela, sino al de la poesía que, en ocasiones, da salida a esos sentimientos que rompen moldes y costuras, que son como relampagazos de unas pasiones que no saben de frenos y medidas. Por algo, Baudelaire habló del imperativo de "ser sublime sin interrupción".

A día de hoy, el fin de semana es tiempo de embriaguez, de relojes que se vuelven invisibles, de relaciones que se forjan tras la cita con el alcohol. La calle es suya como escenario de lo provisional y de lo efímero. Y el heroísmo y lo memorable no tienen cabida en los versos del capitán, ni tampoco en el diario en el que los sentimientos se vuelven lava ardiente, sino en lo que un teléfono móvil puede recoger y ser enviado a ese firmamento virtual hacia el que miran acaso con no menor devoción que el creyente que levanta sus ojos hacia el cielo, casi siempre implorando, aunque a veces también imprecando.

Retrato del adolescente colmado. Salvo excepciones, no hay, como dijimos, un diario en el que dejen constancia de sus anhelos; no es la palabra moldeada el vehículo para manifestar lo que sienten. Lo que hay es un asfalto que, tan pronto se asientan en él las bolsas que portan lo necesario para beber, se convierte en territorio onírico que no están dispuestos a abandonar hasta que el ceremonial concluya.

Contra el vandalismo de Pozuelo de Alcorcón, según parece, se tomó la disposición de un castigo que consiste en dejar las calles a las diez de la noche, dos horas antes de que Cenicienta perdiera el zapato, y, sobre todo, la hora de la cena familiar durante mucho tiempo, cuando las ausencias, salvo casos muy justificados, no estaban previstas. Uno de los mayores daños que se le pueden causar a un adolescente consiste en permitirle comportarse como un niño mal criado cuando la infancia se quedó atrás. Y es entonces cuando da comienzo esa vertiente de virtualidades que no tiene sustento en esa realidad que les espera para ser testigo de descalabros y batacazos. Mundo virtual donde la palabra no se fija en el papel, donde los sueños son delirios que van directos al desengaño.

Goethe expresó su admiración por "la eterna inquieta, eterna moza, hija de Júpiter, la Fantasía". Lo preocupante es que, para el adolescente colmado de caprichos, la fantasía es inconcebible sin el consumismo compulsivo y sin la bendición del alcohol.

Retrato del adolescente colmado al que le hicieron creer que la norma es una antigualla que no tiene operatividad en estos tiempos. Retrato del adolescente colmado al que le inculcan que el camino para ser un tirano está expedito.

Retrato del adolescente colmado, el ejemplo más ilustrativo de una sociedad donde la estupidez es la madre de todas las batallas, la añagaza que les hace caer -velis nolis- en la desazón más aterradora.