En el optimismo fenomenológico del presidente Zapatero la palabra crisis no existe, y, como no existe, niega que haya una "crisis institucional" por el asunto del TC y el Estatut. Veamos los hechos: a) Un Tribunal que ha superado hace tiempo la fecha de caducidad, al concluir el período para el que parte de sus miembros habían sido elegidos; b) un Tribunal disminuido, además, por las recusaciones cruzadas entre sus miembros; c) un Parlamento, y unos partidos, incapaces de acordar la renovación del Tribunal, desde que ha vencido la fecha del mandato; d) unos "restos de Tribunal" (aunque legalmente Tribunal, sin duda) incapaces de acordar, o al menos votar, una sentencia que discuten desde hace tres años; e) unos tambores de revuelta multipartidista en Catalunya: la región (o nación) concernida niega legitimidad al Tribunal. ¿Hará falta un suicidio colectivo para hablar de crisis?