Aunque el proyecto de ley sobre la igualdad de trato deberá pasar aún por el Senado y el Congreso de los Diputados, muestra ya sin embargo tales fisuras y desconchones que ya veremos cómo acaba. De entrada, son cada vez más los medios de información que hablando de la educación diferenciada -la específica para chicas en centros diferentes de los de chicos-, evitan calificarla de discriminatoria, o decir que esos colegios segregan a las chicas, sino que potencia mejor a cada cual, por mucho que ciertos ideólogos se empeñen en manipular en lenguaje y prefieran cualquier arbitrariedad antes que hablar de las mismas diferencias que justifican que haya aseos, competiciones olímpicas, tiendas de ropa, etc. distintas para chicas y chicos. De todas formas, eso no es lo más contundente; lo más grave es la restricción de la libertad de enseñanza. Tiempo al tiempo, porque aún habrá que aprobar algo que coarta la libertad de enseñanza de muchas familias, a pesar de que el Consejo de Estado haya dicho que no vulnera ese derecho, aunque -y esto lo añado yo- ejercerlo les va a ser imposible y a otras muchas familias les saldrá por un ojo de la cara. Esa es la grieta de este proyecto legislativo: poner tales pegas (desde manipular el lenguaje, negar conciertos educativos, anunciar multas, crear una inspección estatal para detectar incumplimientos, etc.) que impedirá en la práctica un aspecto básico de la libertad de enseñanza que reconoce a todos españoles nuestra Constitución.