La venta del Banco Pastor al Banco Popular ha venido a ser como la guinda del convulso escenario por el que deambula el sistema financiero gallego desde hace casi ya dos años. Y si el sistema en su conjunto estornuda, A Coruña, considerada tradicionalmente la capital financiera de Galicia, se acatarra. Conmocionada aún por el fiasco de la irrisoria valoración de Novacaixagalicia hecha por el Banco de España y el escándalo de las millonarias remuneraciones a sus gestores, es lógico que la opinión pública coruñesa esté desconcertada y confusa, sobre todo si, como algunos intentan, se pretende además equiparar lo ocurrido con una y otra entidad.

Lo primero que hay que decir es que la operación del Pastor y el Popular es un acuerdo entre dos entidades privadas que cotizan en Bolsa y cuenta con el respaldo de la mayoría de sus accionistas, es decir, de sus dueños, de quienes arriesgan su dinero. Lo segundo, que sus gestores han garantizado que en nada afectará a sus clientes, en la medida en que el Pastor, que ve reforzada su solvencia y fortalecida su red de oficinas, seguirá con su propia marca a través de una filial a cuyo frente continuará su actual presidente, José María Arias.

Era evidente que el Pastor no podía seguir en solitario. Ninguna entidad de su tamaño podrá hacerlo. Y lo es también que las atolondradas apuestas de antaño por el ladrillo fácil y rentable han acabado por pasarle factura. Pero, dicho esto, que en un contexto de tal dificultad, cuando los estados de media Europa están teniendo que nacionalizar entidades financieras, o sea, yendo a su rescate con dinero de todos, que el banco asentado en A Coruña desde hace más de doscientos años haya encontrado por sí mismo la manera de acomodarse a estos convulsos tiempos debería ser valorado por los coruñeses en sus justos términos.

Quizá sería suficiente con que reparasen en lo que ha pasado con la otra institución financiera de la ciudad. Caixa Galicia, antaño una de las grandes cajas de España, está ahora nacionalizada, tras fusionarse en paridad con Caixanova pese a ser 1,5 veces mayor que ésta. El Banco de España valoró a la entidad resultante de la fusión, Novacaixagalicia, en 181 millones de euros, así que, dividiendo a partes iguales, a la entidad con sede en A Coruña le corresponde un valor de tan solo 90 millones de euros. Y para llegar ahí ha habido que cerrar decenas de oficinas y prejubilar a centenares de trabajadores. Hay una diferencia más, determinante: la caja no era de quienes la gestionaban, sino de todos sus impositores, quienes, a diferencia de la mayoría de accionistas del Pastor, no han tenido voz ni voto en la historia.

Pero, ¿cómo no va a estar confusa la sociedad coruñesa si sus responsables políticos, y los de toda Galicia, lo están aún más? La Xunta, que no fue informada de la operación hasta el momento en que ésta se concretó, en un primer momento se escondió como pudo tras un manto de silencio. Luego, tras la reunión de Feijóo con los presidentes del Pastor y el Popular, se atrevió a calificar de satisfactoria la operación, para poco después apuntarse a la teoría de la cola de león. En sus palabras, el capital gallego del Pastor ha pasado de ser cabeza de ratón, es decir, de controlar el tercer banco por atrás en el ranking bancario nacional, a tener el 18% del quinto banco español, o sea, a convertirse en cola de león.

Este porcentaje gallego es cierto, aunque el capital de la comunidad que realmente tendrá una representación influyente en el Popular será el 7,5% de la Barrié, que le reportará tres representantes en el consejo de administración, además de la vicepresidencia no ejecutiva de Arias y, en una medida menor, algo más del 1% que sumarían los empresarios Amancio Ortega y Manuel Añón. El resto es una galaxia de pequeños accionistas que difícilmente actuarían conjuntamente pese a su procedencia territorial.

Pero también es verdad que el Pastor tendrá más presencia en el Popular de la que Novacaixagalicia tiene en el banco en que se ha transformado. Y que, en función de su participación y del tamaño de la entidad resultante, la Fundación Barrié dispondrá de más fondos para la obra social de los que tendrá la fundación en que deberá transformarse Novacaixagalicia. Un último dato: el modesto paquete accionarial (5%) que las cajas gallegas poseen en el Pastor les reportará unos 52 millones, es decir, un 56% del valor asignado por el Estado a Caixa Galicia.

Es imposible vaticinar qué va a representar a partir de ahora el Pastor para A Coruña y para Galicia, pero, básicamente, dependerá de su eficiencia en la gestión y su grado de compromiso con la tierra que le vio nacer. En una palabra, que no tiene más limitaciones que la que él quiera imponerse. Es bastante probable que pierda empleos cualificados en su sede central, pero la galleguidad o coruñesidad del Pastor no se basará en que su presidente sea gallego -por cierto, también lo es el del Popular- ni en declaraciones altisonantes, sino en que promueva recursos y facilite el crédito que las empresas y las familias requieren para atender sus necesidades y seguir progresando.

Nadie ha explicado públicamente con más elegancia y claridad la diferencia entre una y otra operación que el propio José María Arias. Al ser preguntado por la galleguidad de la nueva entidad, respondió que las operaciones financieras que se hacen con el corazón o basadas en fronteras están llamadas al fracaso y, por si aún queda algún despistado, añadió lo cerca que tenemos los gallegos ejemplos en qué mirarnos. Hemos dicho más veces, y repetimos ahora, que no hay galleguidad financiera posible sin solvencia. Y quien sostenga lo contrario no está pensando en los intereses de Galicia, sino en los suyos propios, aunque, eso sí, envueltos en un patriotismo de papel que nos conduce inevitablemente al precipicio.

Que demonicen la operación del Pastor como lesiva para Galicia aquellos que, ante la fusión de las cajas, intentaron primero cubrir con un manto de oscurantismo la situación de Caixa Galicia y luego ocultar el descalabro sin paliativos de la operación supone un puro esperpento, un ejercicio de hipocresía y, además, un engaño a los coruñeses tras el cual intentan ocultar su responsabilidad en la desfeita.

La pérdida de un epicentro financiero en A Coruña nunca puede ser una buena noticia, pero, tal y como están las cosas, la operación del Pastor parece la menos mala posible, y, en cualquier caso, además de la profesionalidad y rigor con que ha sido llevada a cabo, es obligado reconocer a sus gestores que han sabido encontrar un puerto refugio en medio de una descomunal tormenta financiera, algo que otros, desgraciadamente, no han sabido hacer.