Liam Fox, ministro de Defensa del Reino Unido, dimitió, dicen, por favorecer a un amigo, Adam Werritty. Es incorrecto: Fox era amigo de Werritty, pero éste sólo se aprovechaba de Fox.

El origen de todo está en la carestía de la vivienda. El ministro, de 50 años, había sido compañero de piso de Werritty, de 33. No sólo la construcción genera corrupción; la compra de vivienda, hipoteca, y la hipoteca, ruina: también compartir alquiler puede acabar mal.

Werritty, padrino de boda de Fox, era un compañero de viaje. Coincidieron en 18 desplazamientos oficiales al extranjero. Si algo tan bello como la amistad deriva en algo tan feo como el amiguismo, cómo no iba a resultar sospechoso ese compañerismo viajero. La amistad necesita una reciprocidad y una información simétrica que aquí no se daban.

Porque sabemos que a toda virtud le corresponde un pecado, suponemos que existe la información simétrica porque está enunciada su perversión, la información asimétrica. Ésta se da en un mercado cuando una de las partes de una compraventa no tiene la misma información que la otra sobre el producto, servicio o activo objeto de la compraventa. Vista la definición, se entiende por qué la teoría económica -que es capaz de creer en la competencia perfecta- ni siquiera enuncia la formación simétrica, esa virtud, sino la asimétrica, ese defecto.

Aunque la amistad y el mercado son dos cosas distintas, como todo el mundo sabe, veamos la información asimétrica en este caso: Werritty sabía que Fox era ministro de Defensa, pero Fox ignoraba que Werritty estaba patrocinado por un fondo de inversiones inmobiliario con conexiones con Israel y por una empresa de espionaje corporativo.

En nombre de la amistad, palabra que ahora se sustituye tantas veces por complicidad, deberían investigar a Fox, el mejor amigo del mundo, que fue a dar con el peor amigo sobre la Tierra.