La capacidad de asombro de los gurús de la economía mundial ante el milagro Inditex parece no tener límite. Los oráculos de Wall Street, la City o Shanghái asisten atónitos a la imparable escalada de la multinacional coruñesa, que en el repecho más duro de una recesión planetaria está pulverizando implacablemente todas las marcas de rentabilidad. En apenas unos meses, la empresa fundada por Amancio Ortega ha pasado a ser el tercer mayor valor bursátil en España, solo superada por Telefónica y el Banco Santander; logró ingresar en el selecto Eurostock 50, el emporio de la bolsa europea solo accesible para otras cinco firmas españolas y consiguió dejar atrás por primera vez a su mayor rival en el sector textil mundial, la multinacional sueca H&M. Inditex ha sido además la única de las grandes empresas españolas que ha conseguido sortear la crisis con continuos aumentos de ventas, beneficios y capitalización. El empuje de la firma de Arteixo es también indirectamente la razón del encumbramiento de Amancio Ortega como la quinta mayor fortuna personal del mundo, según reconoció Forbes recientemente.

Sus cifras de negocio, conocidas esta misma semana, aturden: casi dos mil millones de euros de beneficios, un 12% más que el ejercicio anterior; cerca de seis mil tiendas en todo el mundo y una plantilla de 110.000 empleados. El imperio textil con sede en Sabón cerró 2011 con 5.527 tiendas, tras realizar 483 aperturas el pasado año y durante este ejercicio prevé inaugurar entre 480 y 520 establecimientos más, con lo que superará el listón de los 6.000 puntos de venta. Del total de nuevas tiendas, 150 serán aperturas en China, donde espera alcanzar las 425 en 50 ciudades. En este ejercicio, está prevista la entrada de Massimo Dutti en Estados Unidos y Canadá, de Stradivarius en México y de Zara Home en Brasil. La cifra mundial de inversiones prevista para 2012 será de unos 900 millones, 100 de ellos en su planta matriz de A Coruña.

El eco internacional de la presentación de los últimos datos económicos de la multinacional coruñesa dejó en un segundo plano otra estadística conocida esos mismos días que pone igualmente de relieve la solidez de su crecimiento. Tras un 2011 extraordinariamente bueno para las exportaciones gallegas, asentadas fundamentalmente en Citroën, las empresas energéticas e Inditex, que pasaron de 15.158 a 17.500 millones de euros, el primer mes de 2012 registró una caída del 30% en el comercio exterior de la comunidad. El descenso relativo, ya que Galicia conserva aún el cuarto puesto en el ranking exportador español, se debió al mal comportamiento puntual de la automoción y los combustibles, que se desplomaron un 30%, en tanto que el sector textil, comandado por la multinacional de Arteixo, empezó este annus horribilis con un increíble aumento del 21% en las ventas al exterior.

La crisis no puede ser una excusa para no crecer, proclamó en la inauguración del flamante Zara de Nueva York el presidente de Inditex, Pablo Isla, el directivo que llevó a Inditex a la pole position mundial tras el relevo en la cúpula de la compañía en 2006. La insólita declaración de principios de Isla va camino de convertirse en el primer mandamiento del nuevo pensamiento económico. ¿Cuál es el secreto?, se preguntan en las escuelas de negocios de todo el mundo en las que el fenómeno Inditex, que da trabajo a 110.000 empleados en todo el mundo, es ya materia obligada. En A Coruña podrían obtener algunas pistas. El fundador de la multinacional que ahora asombra al mundo comenzó a trabajar muy joven como repartidor en una camisería coruñesa. En los 60 arrancó su propio negocio, un modesto taller textil llamado Confecciones Goa. Allí germinaba ya el secreto: un modelo de negocio que ofrecía moda a precio asequible mediante el control integral de todo el proceso de fabricación, distribución y venta directa. Así nacerían Zara en 1975 e Inditex en 1985. Distintas dimensiones, pero idéntica filosofía: máxima competitividad a base de máximo esfuerzo.

Ortega tardó en obtener reconocimiento en la sociedad coruñesa, en la que su discreción, humildad y laboriosidad de hormiga contrastaban con la engreída generación del enriquecimiento fácil. El tiempo ha puesto sin embargo a cada uno en su lugar. Mientras al laborioso Ortega se le cita con respeto en los cenáculos de la economía mundial, a otros se los ha llevado el viento o van camino del olvido. El éxito de Inditex es portador de unos valores que nunca faltaron en el ADN gallego, aunque pareciesen desterrados en los últimos tiempos: trabajo, tesón y compromiso con la máxima que debe regir el comportamiento de todo buen emprendedor, y que no es otro que gestionar empresas con eficiencia para generar riqueza que redunde en beneficio de toda la sociedad. Ese es el secreto de Amancio Ortega, ese el camino a imitar por todos los gallegos.