Habitualmente, los políticos dicen en público cosas excesivas que ofenden la inteligencia ajena, pero cuando están en campaña electoral, o a punto de estarlo, entran en una fase de excitación incontenible y dicen cosas sonrojantes. El otro día, por ejemplo, con motivo de la proclamación de don Alberto Núñez Feijóo como candidato del PP a presidente de la Xunta de Galicia en las próximas elecciones autonómicas, tuvimos ocasión de oír algunas. En boca del propio candidato y en la de sus correligionarios, que lo cubrieron de elogios desaforados. Como el del presidente del PP de Lugo, señor Barreiro, que lo calificó como "el Fraga del siglo XXI". La comparación es equívoca. Por una parte, expresa el deseo de que el dirigente popular se mantenga en el cargo por lo menos los dieciséis años que estuvo don Manuel, una posibilidad a su alcance porque es un hombre joven y con aspecto de buena salud. Y por otra, traza una equivalencia entre la figura política de Fraga, que ya es historia, con la de Núñez Feijóo, que todavía está en fase embrionaria y con casi todo por demostrar. Para bien o para mal, Fraga fue el líder, a nivel nacional, de una derecha autoritaria y conservadora, que necesitaba del Estado para desarrollar su proyecto político. Feijóo, en cambio, es el dirigente regional de un partido que aspira a abrirse un hueco en la política española, donde pretende hacerse el visto y el simpático a poco que le dejan meter baza en los medios madrileños. Dos realidades bien distintas por lo que se ve. En cualquier caso, tendría que aclararnos el señor Barreiro con qué Fraga lo quiso comparar. Porque hay dos Fragas bien distintos. Uno, el ministro de Franco que perseguía a los demócratas. Y otro, el político de la Transición que se hizo demócrata en pocas semanas siguiendo un curso de gimnasia liberal por correspondencia. Dos personas en una, que hubieran podido ser tres, como en el misterio de la Santísima Trinidad, si España se hubiera convertido en una dictadura comunista y emergiese el Fraga soviético, que no conocimos pero si adivinamos porque el que tiene una vocación política imparable se atreve con toda clase de transformismos. Pero lo más chocante es que el señor Feijóo aceptó muy ufano la comparación y se emocionó hasta las lágrimas en dos ocasiones, como solía su viejo patrón. "Se ve que se me contagia lo de Fraga", explicó a un auditorio entregado. La transformación de Feijóo en el nuevo Fraga es un proceso que viene de lejos, pero que se va acelerando últimamente. En una ocasión anterior, había declarado que dormir en la misma habitación que había ocupado don Manuel en la residencia oficial de Monte Pío le estaba imprimiendo el carácter del prócer. Y ahora solo falta que se le aparezca por las noches y le dé consejos. Empezamos a entender el incomodo del matrimonio Touriño, que durmió cuatro años en el mismo sitio con una presencia que los atormentaba. En otro orden de cosas, me parece poco original el lema del PP para estos comicios. Galicia por riba de todo es un calco del Über Alles del viejo himno alemán. Y suena parecido al España, lo único importante del tan mentado Fraga.