El de Mario Conde no va a ser el único dolor de cabeza que tendrá que padecer Núñez Feijóo en esta campaña a la hora de intentar conservar su electorado natural, el que le llevó a San Caetano con mayoría absoluta en 2009. Por ese mismo flanco, el diestro, empieza a sufrir los ataques de Galicia Bilingüe. Su presidenta, Gloria Lago, firma estos días en varios periódicos artículos que tienen un tono de advertencia, rayana en la amenaza. En ellos advierte de que piensa acudir a los mítines, como hacía antaño, para escuchar los mensajes de unos y otros para ver si son coherentes y recuerda, una vez más, que el Partido Popular incumplió su compromiso a la hora de implantar la libertad lingüística en las aulas gallegas.

En los textos de la web de Galicia Bilingüe y de su blog personal, como en las intervenciones públicas, Gloria Lago se muestra muy resentida con Feijóo. Ella -a la que incluso propusieron ser candidata- al igual que sus colaboradores más cercanos creen haber sido descaradamente utilizados, hace cuatro años, para captar el voto de un sector de la población, no necesariamente conservador, disconforme con la política de normalización lingüística del bipartito PSOE-BNG, pero también y en general con la imposición de la lengua gallega a todos los niveles llevada a cabo fundamentalmente por gobiernos de lo que hoy es el Partido Popular, desde que el mismo momento en que nace la autonomía.

Creen que Don Alberto les tomó el pelo. En cuanto llegó al poder, en el ámbito de la lengua hizo lo contrario de lo prometido. Se plegó a las presiones nacionalistas, a las huelgas y a las manifestaciones, hasta cuatro en pocos meses, que le montaron los que Lago califica de lobbies y grupos de interés, sin apenas respaldo ciudadano, pero mediática y socialmente muy ruidosos. Para los defensores del auténtico bilingüismo, el que no precisa de apellidos (como amable, armónico, cordial, etc.), el que se remite a la decisión de cada cual, la estrategia de Feijóo fue tirar por la calle de en medio. Construyó un discurso lingüístico a medida de sus intereses políticos, pretendidamente equidistante de las posturas extremas, entendiendo por tales las defendidas de un lado por Galicia Bilingüe y de otra parte, por la Mesa pola Normalización Lingüística.

Los estrategas del Pepedegá confiaban en que, una vez enfriado el conflicto idiomático por el mero paso del tiempo y con la crisis económica convertida en casi única preocupación de la gente de la calle, el fenómeno "Galicia Bilingüe" se diluiría como un terrón de azúcar en el café. Con el mismo empeño de antes, aunque con mucha menos visibilidad, los de Gloria Lago prosiguieron e intensificaron su batalla antinormalización forzosa, abriendo varios frentes judiciales, alguno de los cuales todavía no se ha cerrado y puede deparar serios reveses a los actuales y futuros gobernantes.

Lago deja claro que entra en campaña, con todas las consecuencias y a sabiendas de lo que está en juego. Pretende que el asunto de la lengua vuelva a la agenda electoral y que todos tengan que mojarse al respecto. Lo incomprensible, no solo para Feijóo, es que a Doña Gloria no le importe que la única alternativa al Partido Popular sea una amalgama de partidos, todos ellos abiertamente partidarios de recuperar y reforzar el plan de normalización y, por tanto, de que el gallego sea la lengua vehicular casi única en las escuelas. Y que en ese caso el remedio sería mucho peor que la enfermedad.