Leo el artículo de Mario Vargas Llosa en el que frente a la tesis del libro de Niall Ferguson Civilización: Occidente y el resto, en el que se augura la decadencia de nuestra civilización, el escritor peruano sostiene que tiene fuelle para rato. El argumento final de Vargas Llosa es que la fuerza principal de nuestra civilización es su capacidad para la autocrítica, y de inmediato me adhiero a la tesis. Inclinado cada vez más a una visión organicista de la realidad, es decir, a verla como un organismo vivo, asimilo la autocrítica a una función autopurgativa. El cuerpo de Occidente ha sabido segregar un purgante que de forma constante elimina toxinas, filtra anticuerpos, destruye células mórbidas. De este modo recicla sin cesar enfermedad en salud. Quizá cabría incluso ver la actual crisis de autoestima como un reajuste para recomponer la vitalidad o un modo de resetear el programa.