Las grandes democracias han sobrevivido a su tenebroso lado oscuro porque nunca dejaron de reconocer la superioridad de sus reglas de funcionamiento y de sus instituciones. Antes que desmontarlas fueron mejorándolas desde el realismo y la conciencia de que ni en el cielo ni en el infierno habita la democracia.

Enmarcado el asunto, vamos a lo nuestro. No se puede negar lo evidente: primero, que a diario tenemos noticia de un caso de corrupción política y económica que implica a todos los partidos que tienen poder y a empresarios, o lo que sean, con capacidad económica sobrada para tentar con éxito a los políticos y, segundo, que, específicamente, tenemos noticia de que el PP ha mantenido una contabilidad oculta e ilícita que descubre por un lado una financiación irregular y, por otro, un uso de parte de sus recursos para beneficio de militantes muy señalados. Digo que tenemos noticia pero digo también que no tenemos todavía pruebas oficiales de su veracidad. Sobre lo primero, la corrupción de cada día, la acción policial y judicial está en marcha en cada caso que se denuncia y no queda otra que aguardar a las resoluciones de los tribunales. Eso es lo civilizado, reglas e instituciones. Y mientras tanto revisar el funcionamiento de los muchos órganos y organismos de control delante de cuyas narices se ha producido todo esto. No soy optimista sobre este particular pero habrá que confiar en que algunas mejoras se vayan introduciendo en la composición y funcionamiento de tantos tribunales y comisiones encargados de controlar la actividad económica de las tres administraciones que nos gobiernan. En todo caso creo que esos pequeños avances son más probables, más realistas y preferibles a las propuestas de ponerlo todo boca abajo y empezar de nuevo porque eso que tanto nos satisface a la hora del café o leído en el periódico es, como todo desahogo, una inmensa simpleza. De este lodazal general se sale poco a poco, sin empujar ni equivocar el camino de salida. No es muy estimulante lo que digo, pero no tenemos nada mejor.

Eso vale también para la penosa situación en la que, nos dicen, se encuentran el PP y Rajoy. Aguardemos a las resoluciones de los tribunales porque eso es lo civilizado. Las reglas e instituciones que valieron para el GAL o Filesa han de valer ahora, sea lo que fuere lo que cada quien piense. Y mientras tanto el presidente donde le pusieron las urnas. Ética de los principios sí, pero también ética de las responsabilidades y las consecuencias. Se pide la sustitución de Rajoy por otro popular para arremeter contra él al día siguiente y vuelta a empezar. Se pide convocatoria de elecciones. Acierta Felipe: no quiero a Rajoy sometido cada semana a lo de ¡váyase señor González! Si gana Rajoy nada cambiará y si pierde, gobierno de tres o cuatro o cinco partidos con un presidente que no alcanza el 25% del voto, es decir, peor que estamos. De su lodazal el PP no saldrá con arrogancia y medias verdades. Saldrá, no inmaculado, con verdad y pidiendo disculpas presidenciales. Hasta que hablen los tribunales.