Hacía tiempo que no seguía más o menos en directo el debate sobre el estado de la nación; un poco de ocupación y un mucho de desinterés fueron los culpables hasta este año en el que sí me decidí a hacer el esfuerzo y no conformarme con los refritos de los informativos televisivos.

Partía de la premisa de verme distanciado, de que no encontraría allí lo que escucho por la calle y, he de confesarlo, el pueblo español está allí representado. Evidentemente no apuraré mi argumento para decir que las proporciones de representatividad de los escaños coinciden con las que corresponden con las opiniones de la ciudadanía; podría usar el instrumento de las encuestas -y a estas alturas mi escepticismo crece- o podría endiosarme para conformar mi propia gráfica a partir de comentarios escuchados, mareas, manifestaciones o tertulias en los medios; pero sería tan poco rigurosa como los resultados demoscópicos.

El problema es que sí hay, pese a que a muchos les pese, una gran parte de la población a la que le trae al fresco que se modifique la ley del aborto, la ley educativa o se endurezca la reforma laboral, ¿por qué? simplemente, porque dentro de su burbuja no se vive ninguno de esos problemas de cerca. ¿Para qué va a dar explicaciones el presidente del gobierno sobre temas que preocupan a una minoría? Esa inmensa masa que mantiene una estabilidad económica, aunque sea de 426 euros, que reza para que la pensión se la sigan ingresando todos los meses, aunque sean 600 euros y haya muchas bocas que alimentar, esa legión de parados sin subsidio que sobrevive de la solidaridad o de la caridad ¿Qué explicaciones pide? Su hundimiento moral ya es tan grande que solo acude al dicho de "virgencita que me quede como estoy", veo tal grado de pesimismo y desesperación que no me extraña que Rajoy se permita el lujo de sobrevolar sobre los problemas reales del país y, sobre todo sacar pecho, prometiendo mieles para años futuros, que siempre habrá que se lo crea, aunque sea el 30% de los votantes, que le será suficiente para seguir en el machito.

Evidentemente sí hubo quien salió a la palestra a desmontar demagogias y falsas promesas con datos objetivos e incontestables, de hecho desde el poder no se desmontaron; pero, aunque me tachen de pesimista, no veo que el discurso cale ni que la explosión de protesta que tendría que ser necesaria se visualice.

Es cierto que de vez en cuando ciertas protestas tienen eco, si los medios de comunicación lo permiten, pero el tejido social realmente perjudicado y que podría estar cargado de razones para poner el país patas arriba, se aleja cada vez más de las soluciones posibles y las imposibles son descartadas.

La salida a la emigración y la protección familiar actúan de freno ante la desesperación latente. Mientras tanto, al debate algunos fueron a hablar de su libro, esperando que su parroquia les haya escuchado y se fueron tan panchos con la misión cumplida.

En resumen, no sé si abundan más los avestruces o las cacatúas, si los que esconden la cabeza para no ver sus problemas ni los del vecino o los que releen repertorios que parecen sacados de la mala broma de Jordi Évole.