La misoginia destilada por el candidato Cañete, estos días vituperado a diestro y siniestro, tiene raigambre cristiana, es la cultura de la costilla de Adán, es la vigente en muchas de las iglesias de ese tronco, sobre todo de la romana.

No sé nada de las lecturas del señor Cañete, le supongo las profesionales, pero más allá no conozco; aunque intuyo que nuestro bachillerato fue similar y no ha sabido deshacerse de las historias del antiguo testamento ni de lo que se le haya filtrado de la simbología literaria de la mujer como instrumento de pecado y de ignorancia. Es posible que las mismas influencias que padeció el Quevedo satírico le sigan calando en las neuronas; como el poeta supongo puede seguir pensando de "las mujeres, eternas enemigas del hombre, tienen el mismo oficio que los verdugos. Deshonestas, adúlteras, rapiñadoras y mentirosas, nunca se puede asegurar su fidelidad salvo en la tumba" o su aversión al matrimonio -Antes para mi entierro venga el cura / que para desposarme- sin caer en la cuenta de que don Francisco habría de sobrevivir de su pluma y sus intrigas; pero pasará a la historia como autor del soneto por excelencia que termina (?) "Alma a quien todo un dios prisión ha sido,/ venas que humor a tanto fuego han dado, / medulas que han gloriosamente ardido, / su cuerpo dejará, no su cuidado, /serán ceniza, más tendrá sentido, / polvo serán, mas polvo enamorado".

Pudiera ser que el candidato Cañete recordase a Zorrilla refiriéndose a Gertrudis Gómez de Avellaneda: "Era una mujer hermosa, un error de la Naturaleza que había metido por distracción un alma de hombre en aquella envoltura de carne femenina". A estas alturas no sé, pero sí lo supongo, qué pensará del festival de Eurovisión.

Caso similar me parece el del todavía ministro del interior Jorge Fernández Díaz que sacó sus neuronas a paseo después del asesinato de la presidenta de la diputación de León. Creo que su problema es quizá más grave, pues conoció y disfrutó lo que para él es hoy libertinaje condenable al fuego eterno. Con el tiempo cayó de algún caballo y dedicó su vida a reconvertirnos al resto de los mortales. Todos sabemos que no hay peor cuña que la de la misma madera y que no hay peor fe que la del converso. Mejor sería que de sus supuestos pecados anteriores se ocupasen él y su psiquiatra, que nos dejase al resto convivir con toda la armonía posible lejos de su tutela agobiante.

Como en el caso anterior, su táctica es el desprecio. Ante la discrepancia pacífica no se encuentran más que los que le persiguen, sus demonios particulares y ha de exorcizar sin más dilación. Antes de que las técnicas de fotografía digital estuviesen a nuestro alcance, hacer desaparecer de las imágenes lo que se consideraba impropio fue costumbre, desde pintar hojas de parra en los frescos bíblicos para ocultar genitales hasta borrar a Trosky de la imaginería soviética.

Ahora las redes sociales son el objeto de persecución, tengan cuidado con lo que escriben en Facebook, Twitter y demás hierbas, que su abogado lo revise antes de publicarlo, porque si no es del agrado del ministro puede ser que tenga algún problema y no me sea tan incauto de usar pseudónimos que sabemos dónde encontrarle, el gran hermano es omnisciente y omnipresente. Seguramente el ministro sería feliz en China o Corea del Norte, nada se le escaparía de las teclas para combatir su manía persecutoria con testosterona.