En la guarida del ministro Wert se está perpetrando un proyecto de real decreto que encrespará más los ánimos del profesorado de Educación Secundaria y Bachillerato, a sus especialidades y a las materias que se verá obligado a impartir, sean o no las suyas, porque al señor ministro y a sus colegas de las comunidades autónomas se les antoja como método ideal de ahorro presupuestario y de plantillas en los institutos.

Hasta ahora se vivía en un cierto vacío legal en algunas comunidades autónomas, otras tienen norma propia reguladora, mediante el cual la arbitrariedad de asignación de materias quedaba al albur del centro, ciertos litigios entre departamentos de diferentes especialidades y los marrones correspondientes asignados al profesorado provisional e interino. Es cierto que este vacío legal de lo que se venían llamando asignaturas afines se podría acabar resolviendo con el sentido común o con acuerdos sindicales o por sentencias que lo impidiesen, es decir, que lo afín fuese realmente afín, o podría resultar organizando un pisto educativo con resultados surrealistas como que un docente de biología tuviese que ser profesor de informática, pese a ser analfabeto funcional en la materia.

Pues bien, anunciábamos más arriba que nuestras nunca bien ponderadas autoridades educativas van a elevar la anécdota a categoría, es decir que lo que antes eran incidencias más o menos graves en los centros y en la calidad de la enseñanza en los mismos, ahora será norma legal. Nuestro nunca suficientemente valorado ministro pretende profesorado renacentista, una especie de ejemplares herederos de Leonardo. Parece que piensa en clave clásica y medieval, que la mayoría son doctos en los famosos compendios: el Trivium, es decir, la gramática, ciencia que ayuda a hablar correctamente; la dialéctica, ciencia que ayuda a buscar la verdad y la retórica que nos ayuda a adornar las palabras; sin olvidar el Quadrivium que se ocupaba de la aritmética, ciencia que enseña a hacer números; de la geometría para saber calcular el espacio; de la astronomía para cultivar el estudio de los astros y su movimiento y de la música que enseña a producir en base al tiempo.

Todo agrupado en la ciencia de las ciencias, la filosofía, seguramente la superioridad del saber griego sobre el romano, hasta que el cristianismo la sustituyó por la teología.

Nuestros ilustres, que no ilustrados, gobernantes parece que han llegado a conclusiones parecidas. En un mundo en el que prima la especialización y en el que al mismo tiempo se precisa que la formación básica de la persona es imprescindible, nos encontramos que el docente tendrá que valer para un roto y para un descosido; sepa de lo que habla o no, sepa transmitirlo o no. Después que vengan con Pisas, abandono escolar temprano y demás gaitas; mientras tanto los que sepan biología que vayan aprendiendo música y viceversa.