No sé qué observarán ustedes; pero a mí me parecía que el poder, además de corromper, avejentaba. Solo hace falta recordar a González, al propio Aznar -después revivido cual pacto con el diablo- a Zapatero, que acaso conserva las mismas cejas y el rictus de su sonrisa; pero es que comparo al Rajoy de antes y al de ahora y lo veo tal cual, como si el estrés no hubiese hecho mella en su físico; pese a la apariencia bicolor de su barba blanca y su bien conservada cabellera negra.

Es como si el tiempo de agotamiento que sufren estos líderes, como otros, como los mineros, como las profesoras de Educación Infantil no hubiese pasado por él. No sé qué tipo de filosofía oriental, qué prácticas de yoga o tai-chi le resultan saludables; pero denuncio públicamente que sea tan egoísta y las reserve para su uso particular y no las generalice en la seguridad social, imagínense lo que se ahorraría en ansiolíticos y antidepresivos, en infartos, en tumores?

La verdad es que sale poco de su cubículo; pero cuando sale, sube el pan. Hace días en el Congreso de los Diputados, durante una sesión especial sobre la corrupción, sin que le hubiese salido una sola cana, después de despedir a la ministra de Sanidad, daba un discurso sobre la regeneración de la vida pública. Un señor que cobraba sobres de la caja negra liderando un numeroso grupo de imputados y condenados por delitos de corrupción. De todas formas dijo algo que me interesó, hasta puedo confesar que me gustó: "España no está corrompida. Tiene algunos corruptos que están saliendo a la luz pero el resto está sano". He de darle las gracias por la parte que me toca, pero tengo para mí que escudarse en hacerle la pelota a la ciudadanía no es buen argumento para liberarse de las propias culpas. Gracias, señor presidente, por declarar a la inmensa mayoría de los ciudadanos libres de corrupción. Aunque sea falso, señor Rajoy, todos somos corruptos y por eso existe la corrupción. En las universidades, en los colegios, en los laboratorios científicos, en los hospitales, en las redacciones de los medios de comunicación, en las iglesias, en los bancos, en los bares y restaurantes, en los comercios, en los mercados de barrio, en las juntas de vecinos... todo depende del "uso de nuestra capacidad corruptiva" que es muy flexible.

El jueves pasado era el día de acción de gracias en la metrópoli y el jefe del gobierno fue a la cámara a pedir perdón por los errores ajenos -¿errores?- y por no haber vigilado lo suficiente, nos contó que todos somos malos de nacimiento por el pecado original y que el planeta entero es corrupto por alguna derivada de la primera ley de Newton, es decir, que todo seguirá igual de mal, si no hay fuerza que lo modifique.

A continuación, repropuso las mismas medidas rancias, dando a entender que, ahora sí, se estabilizaría la pax mariana, recordando a la pax augusta implantada en el imperio romano por la dinastía de los Severos, después de someter a todos sus enemigos y proteger sus fronteras. ¿De verdad se lo cree él y alguien más?