Según los especialistas, los sondeos israelitas, los que se hacen a pie de urna a ciudadanos que acaban de votar, suelen equivocarse incluso más que los preelectorales. A eso se agarraba a lo largo del domingo la plana mayor del PP de Galicia, cuando llegaban las primeras filtraciones advirtiendo que en A Coruña o Santiago las autodemominadas candidaturas de unidad popular podían igualar o superar a los alcaldables populares o que estaba seriamente amenazada la mayoría absoluta en Ferrol. Nadie creía posible que el escrutinio confirmase esos malos augurios, que de rebote podían suponer para los de Feijóo acabar perdiendo la Diputación provincial coruñesa. A eso de la diez de la noche, la incredulidad mudó en estupor, al ver que la cruda realidad del recuento superaba con creces a la pesadilla, con serios revolcones para Carlos Negreira y Agustín Hernández y el amargo triunfo de Rey Varela que supone el enésimo retorno de la izquierda al gobierno consistorial ferrolano.

Negreira, Calvo y compañía no percibieron la crecida de la marea coruñesa ni siquiera cuando ya tenían el agua a la altura de las rodillas. Una de dos, o nadie en la estructura local del partido les advirtió de lo que se les venía encima o, lo que sería aún peor, hicieron oídos sordos. Y eso que el intenso ruido del agua golpeando las distintas estructuras de poder local se escuchaba de fondo en muchos ámbitos de la vida herculina hace meses. Porque la crecida no fue repentina. Los estudios demoscópicos evidencian que el éxito de la lista de Xulio Ferreiro se cimenta en el transparente proceso participativo que la generó, en la capacidad de movilizar el voto en favor del cambio real por parte de los grupos que la impulsaron y en especial en la transversalidad de la figura del cabeza de cartel, convertido en "el candidato de todas las mareas".

Un mes atrás, el aún alcalde no parecía demasiado preocupado por la emergencia de la alternativa rupturista, al tiempo que confiaba en las expectativas de Ciudadanos, para apoyarse en ellos a la hora de mantener el bastón de mando. Seguramente tampoco imaginó que el PSOE y Bloque se desplomarían al nivel al que cayeron. Todos los elementos adversos a los intereses de Negreira acabaron confluyendo en una tormenta perfecta hasta desarbolar por completo una nave, la del PP de A Coruña, que navegaba desde hace tiempo con el viento en contra y capeando a duras penas el temporal. Está visto que el cambio de última hora operado en tripulación para la singladura electoral tampoco fue un acierto. Los nuevos oficiales no se ganaron la confianza de la tropa.

Porque el caso es que no solo al PP, también le fue mal al resto de los partidos hasta ahora instalados en María Pita. Tan es así que está cantado que Mar Barcón se echará a un lado. Es lo coherente con asumir en primera persona el peor resultado histórico del PSOE en A Coruña. Los que la conocen consideran improbable verla ya en la sesión constitutiva de la nueva corporación y no digamos colaborando con la Marea en la gestión local. Su renuncia, si se confirma, propiciaría la definitiva renovación del socialismo herculino, la que aún sigue pendiente tras la huida de Paco Vázquez al Vaticano y el mutis de Javier Losada cuando perdió la Alcaldía, en 2011. Los perdedores de la primarias y de los sucesivos procesos orgánicos no tardarán en empezar a mover fichas. Después de tocar suelo, solo cabe remontar. Esa es la clave tras las exequias de lo que quedaba de vazquismo.

Aunque él lo lleva con la elegancia y la deportividad propia de su talante, a Xosé Manuel Carril le tiene que doler en lo más íntimo ser el único representante en el Ayuntamiento de A Coruña de un Benegá que llegó a cogobernar con los socialistas. Hasta sus contrincantes reconocen que las urnas de este 24-M fueron muy injustas con el portavoz municipal nacionalista, después de un duro trabajo de oposición contundente pero constructiva y de la elaboración de un atractivo programa electoral elaborado en la calle, muy pegado al tejido social y a los barrios, que en gran parte acabará siendo asumido por otros. Probablemente acabemos viendo cómo se acentúa la sintonía personal de Carril con Negreira, entre otras razones de afinidad porque, aún estando en las antípodas ideológicas, esta vez a ambos las respectivas siglas les pasaron factura.