Otra vez la Diagonal abarrotada en la Diada. Ni la corrupción, ni la gestión del gobierno de Mas, ni el revuelto de la lista de Juntos por el Sí hacen mella en la multitud. Ni que la prima de riesgo de Cataluña esté en 250, la de Madrid en 50 y la de Andalucía en 60, ni que Merkel y Cameron adviertan sobre la salida de la UE. Las críticas no enfrían el entusiasmo, lo ponen a hervir. Franco convertía las descalificaciones internacionales en plebiscito al régimen y a su figura. Los no rupturistas, en cambio, transmiten el abatimiento del perdedor. No llenarían ni la cuarta parte de la Diagonal. Según el CIS los rupturistas rozan la mayoría absoluta en escaños pero no en votos con el 44% y Mas necesita un triunfo clamoroso para sostener su apuesta independentista. Si el resultado es aún incierto, ¿por qué el abatimiento? No ayuda la fragmentación de la oferta de los no rupturistas frente a la unidad del frente rupturista. C's, PSC, PP y Durán han hecho bien en no formar otro porque sería aceptar el carácter plebiscitario de las elecciones, pero de eso a patearse a diario va un abismo. Desorientan. Como Podemos que cambia de opinión como una veleta. Es una oposición mal avenida y fragmentada frente a un Juntos que, además, apuesta por un sí que siempre vende mejor que un no. Pero algo más ha de haber que explique el abatimiento de los no rupturistas.

Se aconseja, para movilizarlos, que se tomen en serio a Mas y a su determinación de llevar adelante su proyecto si gana las elecciones y, a mi juicio, ahí reside el problema, en que no se acaba de creer, ni dentro ni fuera de Cataluña, que la independencia llegue a producirse aunque Mas gane. Y hay motivos para ello en un país que valora medianamente la verdad y el cumplimento de sus compromisos, que aplaude al pícaro que por sus engaños triunfa y al incumplidor. Ahí están nuestros celebrados defraudadores, evasores y corruptos en los negocios, en el fútbol o en el espectáculo. Y en la política claro. El político español no tiene credibilidad y se asume con normalidad que donde dijo digo mañana diga Diego. Podemos ha rectificado su discurso más de cien veces en dos años y PSOE y PSC algo menos pero también. El ministro Margallo quiere transferir a Cataluña el IRPF íntegro y reformar la Constitución para contentarla y el PP dice que nones. Artur Mas dice un día que la declaración unilateral de independencia no es una prioridad y al siguiente que proyecta crear un pequeño ejército y negociar amistosamente la salida con el Estado. Junqueras no se cree lo de la salida de la UE y Romeva afirma que siendo los catalanes ciudadanos europeos no dejarán de serlo aunque Cataluña se independice y saliera de la UE. Del millón de manifestantes ¿cuántos apoyan la independencia, cuántos simplemente piden poder decidir y cuántos después de la fiesta aceptan indiferentes, resignados o cabreados que las cosas sigan como el día anterior? Todo esto de la independencia de Cataluña suena a cuento aunque nos vaya a costar, ya nos cuesta, muchos disgustos. Gerard Piqué, del Barça y de la selección española, ha explicado a su modo que no es contradictorio levitar con la Diada y asegurar que lo último que haría, por más que le piten, sería abandonar la selección. Eso es la conllevancia. Una mezcla, según el año turbulenta o calma, de frivolidad, interés, cariño, desafecto, confusión, rauxa y seny, pero con una consistencia de siglos. Lo de la independencia no es creíble, pero mejor que los no rupturistas vayan a votar.