La inesperada votación del PSOE en el pasado pleno en María Pita, que supuso tumbar la modificación del presupuesto municipal pactado previamente con el Ejecutivo de la Marea, ha arrojado dudas sobre el futuro del acuerdo de gobernabilidad en A Coruña.

Las singulares circunstancias de que este portazo estuviera motivado por el rechazo del PSOE a la inclusión de una modesta partida de 30.000 euros para igualdad, una de las banderas socialistas, cuando lo que estaba en juego eran más de cuatro millones para asegurar la liquidez del Gobierno coruñés, comprometida por el exceso de gasto del anterior Ejecutivo, acentuaron esta incertidumbre. Especialmente porque es ya la segunda vez que el PSOE se suma al PP para frenar la inyección económica que precisan las depauperadas arcas coruñesas heredadas por la actual corporación. Resulta difícilmente explicable en qué beneficia todo esto a los vecinos de A Coruña.

El conflicto desatado por el grupo municipal socialista no se circunscribe sin embargo solo a su relación con el Gobierno de la Marea, sino que referencia también a viejas rencillas de un sector del PSOE coruñés con los líderes del partido en la provincia y en Galicia. El reiterado desencuentro con el Ejecutivo de la Marea, cuya investidura apoyó en junio, contrasta vivamente con el buen entendimiento que la Alcaldía de Ferreiro mantiene con el Gobierno provincial del PSOE. Una sintonía que ha permitido sacar adelante asignaturas pendientes como la puesta en marcha de la residencia pública universitaria en el colegio Calvo Sotelo, que la ciudad coruñesa demandaba desde hace 26 años. Las direcciones provincial y gallega del PSOE mantienen en público un mensaje de respeto a la autonomía de sus portavoces municipales, pero en privado manifiestan su desconcierto por una actuación en A Coruña que según ellos solo beneficia al PP. Especialmente en estas vísperas electorales.

Lo cierto es que el PSOE coruñés aporta cada vez menos votos a su partido en las citas electorales. Y ahora hay dos decisivas en el horizonte: elecciones generales a finales de este año y autonómicas en 2016. Los socialistas tocaron fondo electoral en A Coruña en las pasadas elecciones municipales de mayo, cuando liderados por la única heredera del vazquismo obtuvieron el peor resultado de su historia y fueron desplazados por primera vez a la tercera posición en María Pita. A considerable distancia de las dos primeras fuerzas políticas.

El pacto con Marea dio sin embargo a los socialistas una relevancia en el Ayuntamiento que el escaso número de concejales obtenido en las urnas no le proporcionaba, si no fuera porque tienen en su mano el decidir qué partido gobierna. De hecho tienen más representación en los órganos del Ayuntamiento y reciben más fondos para su grupo municipal que durante la legislatura de Negreira, pese a que entonces tenían más concejales.

¿Cuál es entonces el foco del conflicto, dado que no hay grandes cuestiones programáticas que marquen líneas rojas? Para entenderlo, habría quizás que remontarse a la frágil solución acordada en las filas socialistas para afrontar el varapalo electoral de este pasado 24-M.

Su candidata, Mar Barcón, último eslabón del PSOE con el vazquismo, mantuvo inicialmente una ambigua posición sobre su futuro al frente del grupo municipal tras asumir la responsabilidad de la derrota. No fue hasta mediados de julio, tras ser descartada por el PSOE para entrar en la Diputación, cuando anunció que renunciaba a ser portavoz en el Ayuntamiento, función que recayó en José Manuel Dapena, si bien continuaba como concejal. La medida conlleva oficialmente un relevo en el liderazgo del grupo municipal socialista, que la permanencia de Barcón pone en duda a la hora de la verdad.

Desde entonces, se ha abierto un compás de espera para desgranar un posible nuevo destino de Barcón. Tras las elecciones se especuló que podía estar en otras esferas del partido, que atraviesa un momento de debilidad en su dirección en Galicia. Pero tal opción no acaba de cuajar.

En los reproches que altos cargos del PSOE han dejado caer en privado tras el revuelo causado por la inquietante situación en María Pita, se apunta a que la desconcertante actitud socialista en A Coruña no era ajena a ese pulso.

El conflicto se ha enquistad, además, en el propio grupo municipal del PSOE, en el que algunos concejales más vinculados orgánicamente a la formación socialista recelan del peso que miembros independientes más vinculados personalmente a Barcón vienen jugando en las convulsas negociaciones con el Gobierno local.

Este contexto sugiere que la estabilidad en juego del Ejecutivo coruñés tiene mucho que ver con asuntos internos pendientes de resolver en el seno del grupo municipal socialista. En virtud de los resultados electorales, compete al PSOE, un partido que ha jugado un papel hegemónico en la administración de la ciudad durante décadas, ser en estos momentos un árbitro en la acción de gobierno municipal. Es a sus dirigentes y militantes a quienes corresponde fijar cómo realizar esa labor, y a los ciudadanos, llegado el momento, enjuiciarla en las urnas.

Pero, dicho esto, lo pertinente es recodarles que están legitimados para cualquier postura que adopten, faltaría más, excepto para aquella que anteponga los intereses no ya de partido, sino personales, a los de la ciudad que están obligados a servir. Recordarles que por encima de mezquinas cuitas de familia está la tarea de resolver los problemas de los coruñeses. Y que esos vecinos que antaño tanto confiaron en ellos y tanto recelan ahora de volver a hacerlo seguro que esperan ansiosos una demostración de que saben ser útiles a A Coruña, aunque sea desde la oposición.