Esta es una ilusión que me hago para engañarme y no amargarme mucho, voto siempre que me convocan y no tengo pensado dejar de hacerlo, aunque a veces me parece que me lo prohíben el próximo domingo, porque las decisiones más importantes que me pueden afectar no tengo ni idea de dónde se toman y quién las toma, puedo tener una sospecha o una racha de intuiciones; pero pocas certezas. Supongo que no solo me pesa a mí este pasmo incapacitante, muchos caen en el nihilismo ácrata y otros nos revolvemos en el fango y damos muchos palos de ciego y pocos palos de vidente -como decía Benedetti- con la esperanza de que alguien de los que realmente mandan pongan la cara, no tanto para partírsela -que es una posibilidad remota- sino para decirle un par de cosas en voz baja. Muchos pensarán que tendríamos que poder votar a Obama, a Merkel o a Putin, por ejemplo, por lo que sufren nuestras carnes y nuestros bolsillos; no creo que nos sirviese de consuelo, y mucho menos de remedio.

¿De qué nos ocupamos últimamente? Haciendo un rápido recorrido de fotos, titulares y reportajes, además de los eventos deportivos permanentes, nos han inundado lógicamente del problema de los refugiados, sobre todo de los han salido en la foto y han conseguido un mecenas rápidamente; de los que no han conseguido salir de su infierno nada sabemos.

Por otra parte, no sé lo afectados que están por presunto asesinato en primer grado del toro de Tordesillas, que me llamen insensible, la verdad es que me preocupa muy poquito que una pandilla de nostálgicos descerebrados celebren su fiesta lanceando a un bicho de 600 kilos, pero no entiendo que sea portada de los informativos, por muy lamentable que sea y que la noticia de que unos cientos de empleados lleven seis meses sin cobrar un duro ocupe la esquina inferior izquierda de la página par del periódico del día porque su patrón solo es un jeta, un ladrón o ambas cosas. Creo que son los ingleses los que no comen conejos, porque son mascotas, y aquí hacemos arroz con ellos.

Por fin, el culebrón catalán. No quiero ser superficial ni faltarle a nadie, pero estoy hasta las narices de las barbaridades, falacias, mentiras y puñaladas traperas que nos tenemos que merendar mientras se increpan cuatro listos que al final no quieren más que negociar con Madrid un pacto fiscal al modo vasco y navarro, es decir, quieren más trozos del pastel; me revientan los que se envuelven en las banderas, como forofos futboleros. Le escuché hace días a un paisano: si se quieren ir que se vayan, pero haciendo cuentas antes y a mí que me devuelvan los euros que puse para llevar el AVE a Barcelona. Evidentemente, no comparto esa demagogia, pero confieso que hay momentos en los que me entran ganas de dudar.