Hago una traslación atrevida, y del invierno demográfico -la caída de población con todas sus consecuencias- que en España lideran Asturias, Canarias y Galicia (ver LA OPINIÓN, 09-09-15, pág. 20) me permito pronosticar que los hielos demográficos ya están aquí. De poco o nada valen esos planes de dinamización demográfica de Galicia que prometen un caramelo a los padres, especialmente a las mujeres, que acepten de buen grado quedar embarazadas. "No queremos ser conejas reproductoras", te contestan las más deslenguadas. Mientras la condición de la maternidad no sea reconocida y valorada en su justa medida, vanos son los intentos de dar la vuelta a la tortilla. Además existen sectores sociales que no se inmutan lo mínimo por la hecatombe económica y social -descenso de demanda, bajón en el producto interior, seguros sociales en bancarrota, etc.- que toda baja demográfica conlleva, pues argumentan que todo se soluciona con facilitar la emigración a esas áreas deprimidas cuando sea necesario. Lo que desconocemos es si esos utópicos emigrantes querrán dedicarse a atender las necesidades higiénicas de unos ancianitos, pues a esa situación llegaremos todos los que ahora leemos, que en su momento fuimos egoístas y no quisimos tener hijos.