El hombre es el único ser que tropieza dos veces en la misma piedra. O tres, o cuatro o, por lo que se ve en muchas de las cuestiones más cotidianas, todas las que haga falta. Y, además, creo que hago bien en enfatizar que, en ello, lleva ventaja el género masculino. Al fin y al cabo, las mujeres han tenido, clásicamente, menos oportunidades para tomar decisiones. Consecuentemente, pues, es de recibo que se identifique a los hombres como grupo que, en general, ha metido más la pata. Y, especialmente, en el ámbito de la reflexión que hoy comparto. Hablamos de empresa, de salarios en las mismas condiciones y de ciertas decisiones y modos de hacer que perpetúan un escenario de mala praxis que ya nos ha provocado no poco sufrimiento.

Afirmo lo anterior con rotundidad después de leer una noticia, a partir de las declaraciones de Carlos Bravo, secretario de Protección Social y Políticas Públicas de Comisiones Obreras. Este, en la presentación del informe Indicadores de Buen Gobierno en las Empresas del Ibex 35 durante 2014 afirma que, en dichas empresas del Ibex 35, sus presidentes cobran unas 158 veces la remuneración de sus empleados. Un dato que habría que analizar en detalle, viendo si estamos hablando de la remuneración media de los presidentes versus la de los empleados, o si hay que interpretar los mismos de otra manera. Pero, en todo caso, un indicador preocupante, que muestra que tal Buen Gobierno Corporativo, cuya ausencia en determinadas organizaciones ha propiciado verdaderas salvajadas en asuntos todavía sub iudice, sigue en pañales. Y es que, desde mi punto de vista, es aberrante que en la misma empresa alguien tenga un sueldo anual de 43,5 millones de euros brutos anuales, mientras que otras personas andan en la órbita de los quince o veinte mil. Algo falla en todo ello. Nótese, y conviene aclararlo para mejor precisión de mis palabras, que hablamos de sueldos, no de reparto de beneficios o del legítimo cobro de lo que corresponda a una participación dominical en una determinada corporación. En otras palabras, no estamos hablando de propietarios y de los réditos de su inversión, sino de salarios. Sueldos, sea en metálico, en especie o en aportaciones de otros tipos.

Con todo, el puñetazo de la especulación pura y dura sigue ahí. 43,5 millones de euros anuales no son un sueldo, son un escándalo. Una patada en el estómago de la credibilidad de cualquier organización con dos dedos de frente. Una aberración que no puede conducir a nada bueno. Alguien dirá que el mercado es libre, y que si alguien es realmente bueno y le quieren pagar tal cantidad por bendecir a una organización con sus servicios, allá ellos. Pero yo les diré que no. 43,5 millones de euros anuales como salario es una cifra tan obscenamente elevada que invalida cualquier justificación de ese tipo. Déjenme usar la metáfora de un hotel donde la habitación cueste 50.000 euros por noche. Miren, aunque tenga sábanas bordadas a mano con hilos de oro y toda la grifería sea del mismo noble metal, dormir se duerme igual y tal sobreprecio no se puede atribuir a un servicio que, en puridad, jamás costará eso. Todo lo demás es tontería o, aún peor, aquello del traje nuevo del emperador. Ya saben, glamour vacío, cultura del envoltorio y poco aterrizaje en la realidad, por muy de alta gama que esta sea. Valga esto, desde mi punto de vista, para la habitación de hotel o para el sueldo de un primer ejecutivo.

Comisiones Obreras aporta el dato, además, de un claro e importante repunte ese año 2014 en la remuneración de los ejecutivos de tales mayores empresas cotizadas, mientras que el salario general siguió en franco descenso. Un nuevo dato preocupante, que incide claramente en una mayor feudalización de la economía y, por ende, de la sociedad, así como en un incremento en los indicadores generales de desigualdad, lo que constituye un nuevo escollo en la vertebración de una sociedad más cohesionada y equitativa.

Termino de escribir esto recordando la entrevista que escuché hoy en la radio a Ramón Tamames, destacado economista y político que fue diputado del PCE y de IU, y que sigue sorprendiendo con algunos de sus planteamientos más actuales, que aplauden la "creación de empleo" sin ningún tipo de análisis crítico sobre sus características más fundamentales, incluyendo la necesidad de la consecución de un cierto nivel de calidad en el mismo. Y es que, por muy catedrático que se haya sido, no todo vale. El titular es el titular, pero la realidad es mucho más obstinada y con más vericuetos. Y lo que interesa aquí, a todas y a todos, es que la economía verdaderamente genere actividad, que las empresas tengan la capacidad de producir beneficios, y que el espectro de creación de valor afecte positivamente a todos sus grupos de interés, sin precariedad y con el ánimo de consolidar una situación estable para los mismos, sean proveedores, empleados u otros.

En fin... El ying y el yang. Algunas empresas siguen apretando el cinturón a unos, mientras que para otros justifican unos sueldos, para mí, siempre injustificables. La mejor manera, no cabe duda, de que todo vuelva a reventar a medio plazo, en una eterna espiral de despropósitos en que el ejercicio hegeliano de retroalimentación a partir de la síntesis se obvia, sin espacio para un progreso real, estable y sostenible.... C'est la vie... ¿O no?