Todas las precampañas electorales se caracterizan por la búsqueda de renovaciones en las caras, en los discursos, sobre todo en los partidos aspirantes; en los partidos en el poder los codazos suelen ser para no perder el sitio en la foto y seguir en el escaño. Las cosas son distintas en las locales y autonómicas en las que hacen falta gestores preparados para el gobierno del ayuntamiento o la autonomía, los asesores tampoco dan para tanto y a determinados niveles salariales la política no puede competir con la gran empresa.

Sin ánimo de ser exhaustivo y centrándonos en las del próximo 20-D, podemos encontrarnos con los políticos profesionales, sin otra profesión conocida, los nombres están en boca de todos; a continuación se rifan los puestos los juristas y los economistas -muchos de ellos sin gran prestigio profesional- y los funcionarios de los cuerpos de elite de la administración (abogados del estado, registradores de la propiedad, letrados de las cortes?) y compatibilizando muchos de ellos con la actividad privada o la docencia universitaria.

No encontrarán en las listas a un banquero de verdad, a un empresario de verdad, a un destacado intelectual incontestable, no habrá ningún Azaña en las cortes. Las sorpresas resultonas comenzaron con Felipe González y su efímero fichaje, Baltasar Garzón, desde entonces siempre se adornaron las fotos de campaña con el relleno de algún florero con oficio de novelista, deportista, cantante o cineasta, sin ánimo de ocupar escaño y mucho de menos de ocuparse del desgaste de la gestión política.

Sin embargo, en esta convocatoria estamos asistiendo a por lo menos dos fenómenos que no son extraños, pero sí resaltables, por un lado hay una dura competición en la captación de próceres, de suerte que algunos, como no se den prisa, no tendrán columpio en el que sentarse, por otro, asistimos a los cambios de siglas, en algunos casos sinceros -sin interés- y en otros que por pura conveniencia se apuntan a caballo supuestamente ganador.

No sé si esta tesis que mantengo será sostenible; pero observo cómo de la UPyD casi desaparecida por algunos méritos propios y, sobre todo, por los apoyos mediáticos y económicos de su competencia directa, van saliendo hacia las listas socialistas algunas figuras que no sé si serán rentables electoralmente.

Me da la impresión de que Ciudadanos se cuida mucho de airear apoyos, salvo los imprescindibles -qué miedo- Garicano, Conthe y su programa económico, que no son muy presentables.

Podemos sí busca epatar, aunque las encuestas no le sean propicias, están en la mente de todos los nombres de militares, jueces, ecologistas, hermanos de?

Sin embargo, los populares, los que tienen más problemas de credibilidad, se apoyan en el mensaje nacionalista y la macroeconomía; pero no abandonan nuevos frentes de cortinas de humo como la de la reforma educativa pactada -y previamente boicoteada- encargando más libros blancos como el del profesor Marina y sus titulares efectistas.

A ver si sale un obispo a la palestra.