Entendí al momento el calentón de mi amigo Juan. Y yo lo extendí y apliqué al que sufrimos la mayoría de los españoles cuando padecemos las rigideces que delimitaciones arbitrarias -fronteras, límites autonómicos, provinciales, municipales, etc.- y funcionarios inflexibles nos provocan. En el caso de Juan fue una avería doméstica que acabó inundando una zona de su chalé; rápido avisa al servicio municipal de desatascos y limpieza que solícito recibe la llamada, pero ante la exagerada y sospechosa tardanza sale de su vivienda y ve parado el vehículo en la esquina de la calle de su urbanización. Al final ni se acercan ni intervienen, por más que mi amigo les expone que están a pocos metros, porque esa zona es de otro municipio: que en vez de poner -así tratan de justificar su estulticia- el código postal usado debía poner otro. No recuerdo quién comparó las actuales autonomías españolas con los reinos de taifas, cuando no se atienden las necesidades ciudadanas so pretexto de que no es de su competencia o de su ámbito. Pues en determinados asuntos, estamos comprobando que algunos agentes municipales también actúan con esa falta de flexibilidad, de solidaridad, o si se quiere, de sentido común. Al ciudadano, que le den tila.