La ciudadanía galaica no le percibe como tal. En puridad, Ciudadanos no existe como partido político en Galicia. Carece de una estructura territorial mínimamente cohesionada, así como de un liderazgo regional reconocido y reconocible. Antes y después del considerable fiasco de las pasadas elecciones municipales, en las que los resultados quedaron muy por debajo de las expectativas, se han sucedido las incorporaciones, renuncias y expulsiones de militantes y dirigentes locales o provinciales en una suerte de crisis permanente, que no termina de zanjarse a pesar de los buenos augurios que las encuestas ofrecen a C's de cara al 20 de diciembre, también en la comunidad gallega.

Aún padeciendo esas carencias estructurales, el partido de Albert Rivera no tuvo dificultad, más allá de los inevitables problemas internos, a la hora de confeccionar las candidaturas de las cuatro provincias. Sus números uno siguen siendo unos perfectos desconocidos para el común de la gente a la que han de solicitar el voto; no digamos los demás integrantes de las listas. La mayoría no tienen pasado político, con lo que no arrastran mochilas, pero tampoco disponen de una mínima experiencia con la que enfrentarse al fragor de una campaña electoral. De igual modo, a estas alturas desconocemos que haya propuestas o mensajes programáticos específicos para Galicia por parte de este nuevo actor político, tal vez porque no los hay ni les hacen falta.

Los sondeos conocidos y los que manejan internamente los grandes partidos coinciden en otorgarle a C's muchas probabilidades de obtener algún escaño en Galicia, o incluso varios. Alguna proyección demoscópica hay que apunta a la posibilidad de que los de Rivera irrumpan con tal poderío que se conviertan en segunda o tercera fuerza, por detrás del PPdeG pero por delante o casi empatados con la En Marea de Anova, Esquerda Unida y Podemos. Ahora bien, esos estudios de opinión no suelen tener en cuenta las peculiaridades del sistema electoral que, a la hora de asignar escaños en las provincias menos pobladas, prima claramente a los dos partidos más votados frente al resto de sus competidores, aunque las distancias en porcentajes de sufragio entre todas ellas sean mínimas.

Los analistas aconsejan a Ciudadanos, literalmente, apostar en Galicia por un perfil lo más bajo posible. Les irá mejor si no hacen campaña a la manera tradicional, a base de carteles, mítines, reparto de papeletas, etc. Y lo que no deben en ningún caso es acudir a debates, porque, al poner en evidencia la bisoñez y escaso peso específico de sus candidatos y dirigentes locales, les acabaría resultando de lo más contraproducente. Su fortaleza está en el tirón de la marca de partido y de su líder nacional, su cabeza de cartel. Aunque no se deja caer mucho por aquí, Rivera tiene entre los gallegos un alto nivel de conocimiento y de valoración por su abrumadora presencia mediática. Con eso le basta y le sobra para seducir a miles de votantes de centro izquierda centro derecha.

En las altas esferas del PPdeG no se acaban de creer lo que apuntan las encuestas. Aún así, quieren ver el lado de bueno de la cosa, pensando en que, gracias a C's, Rajoy tiene alguna posibilidad de seguir gobernando España y eso de rebote les puede beneficiar y mucho en Galicia de aquí a un año. Si en las autonómicas de 2016 los populares se quedan a un paso de la mayoría absoluta y la oposición la encabezan fuerzas rupturistas y soberanistas, es impensable que los de Rivera se plantearan siquiera la posibilidad de propiciar un gobierno alternativo al PP. Por pura coherencia, o por simple decoro. Sus votantes no entenderían que usara la condición de fuerza bisagra para retorcer el veredicto de las urnas.