Año bisiesto, querida Laila. Añadimos un día al mes más corto del año a fuerza de acumular el tiempo sobrante de los 365 días de los años anteriores. Tiempo que siempre falta y siempre sobra. Supongo que este año, como se viene haciendo cada 29 de febrero desde finales del siglo pasado, también se publicará en París el periódico humorístico La Bougie du Sapeur, que alude al soldadito que cumplía años cada cuatro por haber nacido en el día añadido de un bisiesto. Humor sobre lo inusitado e inquietante que los años bisiestos sugieren siempre y que este de 2016 con más razón, dados los escenarios que deja abiertos un 2015 trepidante. Creo que este año necesitaríamos muchos más días a mayores para poder restaurar todo lo que hemos desvencijado desde el 2012, el último bisiesto tan fatídico. Necesitaríamos más días extras y mucho humor de nuestro señor.

Un año bisiesto es, pues, siempre un año distinto: misterioso, fatídico, taumatúrgico. Es un año de la suerte. De la buena o de la mala y he ahí lo inquietante. La cosa apunta chunga. "¿Qué pasará? ¿Qué misterios habrá?" Pues lo mas seguro es que no pase nada nuevo y que 2016 sea prácticamente lo mismo que el 2015. Sucederá sin ir más lejos que, tras la noche de reyes, vendrá para nuestros reyes, que en este caso son cuatro, la noche más larga, cuando se sienten en el banquillo sus augustos familiares directos. ¡Cuánto vamos a hablar y a oír hablar de la Infanta, del Duque y de su ilustre entramado familiar de abolengo rancio! Alea iacta est, diremos el día de este año que queden vistos para sentencia. Con Urdangarín será este bisiesto un año de Bárcenas, de Rato, de Jaume Matas una vez más, de los Pujol, de los innumerables Gürtel, de casos y operaciones de rebuscado nombre, de jueces y magistrados, de juicios y sentencias y de esa UDEF que ni Pujol sabe que coño es. Veremos imputaciones, sentencias y condenas y las someteremos en comparativa, para cabrearnos más, al test del robagallinas. Ya sabes, ese desgraciado para quien hemos pedido el indulto porque solo robó un par de gallinas, pero que el Gobierno está tardando mucho en concederlo. No por mala leche, sino porque al concurrir en el delito los agravantes de descampado, nocturnidad y desprecio del sexo (del sexo de las gallinas, claro está) hay graves inconvenientes técnico-jurídicos para poder sacar al "matao" este de la cárcel, donde afortunadamente solo lleva un par de años. Es decir, todo lo mismo que en 2015, más la salida de la Pantoja.

En este bisiesto seguiremos saliendo de esa crisis de la que no salimos y de la que solo salen, ¡Oh misterio!, los que nunca han entrado. Habrá ricos con más riqueza y más pobres con más pobreza, es decir, más crecimiento. Otra vez el miedo nos meterá miedo y protegeremos con alambradas y muros nuestro paraíso, que se recalienta inexorablemente. Justo lo mismo que el año pasado

También será éste un año muy electoral. Antes o después habrá elecciones en Galicia, en Cataluña, quiéranlo o no Dios y la CUP, y en España, con pactos o sin ellos. Pero lo más chungo es que los resultados van a ser, poco más o menos, los mismos que, dicen, no facilitan la gobernabilidad, cuando en realidad se sabe que lo que no facilitan es el mangoneo de los mismos de siempre y con las mismas trazas de ordeno y mando, sin riesgo alguno de que se les caiga el palo del sombrajo. Igualito que el año que acabamos de despedir.

Yo lo veo así, amiga mía, y soy incapaz de percibir otra cosa por más que escruto en el tormentoso y próximo porvenir. Lo más novedoso que veo sigue siendo que el 29 de febrero volverá a salir, como cada cuatro años, La vela del zapador, que tiene mucha gracia. Pero bueno, querida, ya sabes que yo no tengo puñetera imaginación.

Un beso.

Andrés