Entre la muiñeira, el chotis y la sardana (sin descontar el joropo venezolano), se baraja el porvenir político de España, en esta carrera contra reloj iniciada por los principales cabezas de cartel. Rajoy tardó tres años en convencerse de que la muiñeira requiere campo abierto, mucho césped; la gaita gallega no suena bien bajo techado. In extremis, el todavía presidente del Gobierno, decidió acudir a la romería, a perderse entre el pueblo, para recuperar las adhesiones que "volaron" en su etapa eremita en la Moncloa. A don Pedro Sánchez nos lo imaginamos con una gorra visera, bufanda anudada al cuello y un organillo, para su "chulesco" afán seductor del carnavalito andino y del joropo venezolano. No ha entendido a sus adversarios. Le falta armadura intelectual y le sobran visibles ansias de poder. Está dispuesto a doblegarse ante Podemos, fuerza radical, que solo confía en sí misma y es capaz de servirse de la libertad de expresión para yugularla. Sánchez, sin relato, desliza la grandeza política por un "mortadelismo" rampante. Podemos ha moderado su discurso inicial, pero mantiene las esencias; considera arbitrario y modificable el imperio de la ley y prescindibles a los líderes de la burguesía. Han estado de Erasmus en un país (Venezuela) en el que ha claudicado el Derecho y se ha dilapidado la ética, en un clima de rendición moral. Entre "Bolívar no se fue" y "Gardel canta cada día mejor", se observa la necrolatría y la viveza criolla en los ámbitos podemitas de Barcelona y Madrid. Ciudadanos pugna por salir del limbo, tras sus éxitos autonómicos en Cataluña. Busca cualquier rendija para ser necesario y desmontar su estampa de pijerío arrogante. Debieran saber que la sardana hay que bailarla en corro.

Otrosidigo

Por estos lares, tenemos desafección por los bipartitos, tripartitos, etc. En tales alineaciones, se someten los principios al principio del poder y de la nómina. Hemos tenido ocasión de comprobar cómo los socialistas gallegos se doblegaron ante la minoría nacionalista, que trató de marcar su propia línea de acción, sin considerar que la socialdemocracia, concebida como ideología, puede representar también a la burguesía ilustrada.