Algún día perderemos el último tren a Ferrolterra si la sociedad civil no lo remedia. Los recortes en la línea entre A Coruña y Ferrol y los nuevos horarios, con salidas a las 05.55 y las 13.25 horas, son la forma que tiene Renfe, el Ministerio de Fomento y el Gobierno español de suicidar lentamente este servicio centenario. La Xunta de Galicia no está ni se le espera en este viaje, como en tantos otros. El Ejecutivo gallego está muy ocupado en articular una Agencia Aeroespacial de Drones para competir con Cabo Cañaveral: ya hubo un gallego en la luna y se supone que colocaremos otro en Marte antes de 2018.

Solo las sociedades políticamente subdesarrolladas fomentan la dependencia del coche, prácticamente el único medio para desplazarse entre A Coruña y Ferrol, dos de las ciudades más importantes de Galicia y el motor económico de la misma. Este territorio dibuja una maravillosa geografía con nombre propio, perfectamente reconocible desde los tiempos de Estrabón, pues ambas ciudades delimitan el denominado Golfo Ártabro. Las rentas más altas de Galicia residen aquí, con cinco ayuntamientos de esta demarcación en el top ten de la Comunidad: Oleiros, A Coruña, Cabanas, Bergondo y el propio Ferrol.

Si a este conjunto le sumáramos As Pontes y Santiago, nos encontraríamos con el G-7 gallego, el grupo de municipios con mayor poder adquisitivo del noroeste peninsular. Pero los distintos Gobiernos no ven la necesidad de potenciar el tren en este territorio, aunque el tren sea la expresión de una geografía, de su paisaje y su paisanaje, su cultura, su memoria y su economía productiva.

Una ciudad, cualquier ciudad, no puede llamarse inteligente o Intermodal cuando la comunicación entre vecinos se limita al atasco de la carretera, el fielato medieval del peaje y el radar recaudatorio de Tráfico. La transformación de esta línea en un pujante tren de cercanías, limpio, ligero y rápido, constituye una oportunidad de oro. Es la esperanza de vertebrar por fin de un territorio que se precisa pujante, sostenible, hermoso e ilusionado.