Buenos días. Circulan estos días en los medios y en la red unas muy polémicas palabras de doña Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, saludando a dos militares al frente de un stand de las Fuerzas Armadas en la Feria de la Enseñanza de la ciudad y, al tiempo, diciéndoles que a ella no le gusta que estén allí. A intentar explicarles en qué creo yo que la alcaldesa se equivocó con su actitud dedicaré este artículo. A ver qué les parece.

Miren. Un previo, para que quede claro cuál es mi posición frente a estas cuestiones, y que nadie vea sesgos que no existen. Sepan ustedes, entrando en intimidades, que el ciudadano José Luis Quintela fue, en su día, objetor de conciencia. Pero no en la última versión de tal figura, en la que con una instancia sencilla te conmutaban casi automáticamente la prestación del servicio militar por otras tareas. No, no. Cuando el ciudadano José Luis Quintela solicitó ser considerado objetor de conciencia, no habían sido creados aún el Consejo Nacional de Objeción de Conciencia (CNOC) y la Oficina para la Prestación Social Sustitutoria (OPSS). El ciudadano José Luis Quintela presentó entonces una instancia de treinta folios, centrados en diferentes ideas que, a su juicio, hacían que se decantase por una prestación social, y no por su ingreso en las filas de cualquiera de los tres ejércitos. Pacifismo, antimilitarismo, humanismo cristiano, convicciones profundas todas ellas... No hubo respuesta. Un tiempo largo después, cuando llamó por teléfono al entonces creado CNOC, a Madrid, de ahí le derivaron a la OPSS. Cuando se puso en contacto con estos últimos, descubrió que hacía tiempo que había sido atendida su petición, y había sido declarado objetor de conciencia y, a su vez, se le había convalidado la prestación social sustitutoria por numerosos e intensos años de servicio voluntario en diferentes organizaciones sociales. Fue uno de los primeritos casos en España.

El ciudadano Quintela tiene bastantes buenos amigos y algunos familiares que trabajan como militares, y no pasa nada. Es más, el ciudadano Quintela, objetor él a partir de sus ideas muy personales, considera que aún así es importante que existan los Ejércitos. La clave es a qué se dedican y a qué no, y que su operativa esté supeditada a un gobierno civil y elegido por la sociedad, que será transparente y leal a la misma en materia de transparencia de su política de Defensa. El ciudadano Quintela ha tenido oportunidad de ser relator y departir sobre cultura de paz en numerosos y nutridos foros, incluyendo universidades y tribunas abiertas en partidos políticos, cuestionando la necesidad de determinadas inversiones militares frente al gasto social, y criticando muy abiertamente determinadas "soluciones" militares a problemas enquistados, incluyendo la ilegal barbaridad en Iraq, con la participación de nuestro país. Tal ciudadano, además, tiene muy claro que la industria de la guerra es un lobby poderoso, que gana en todas las batallas y que ejerce fuertes presiones en el mundo entero. En esta misma columna se han recogido muchos de estos análisis y lógicas. Pero el ciudadano Quintela, participante en laureadas campañas internacionales por el control sobre armas ligeras o minas antipersona, también sabe que sería ilusorio y poco conveniente pensar -tal y como está el patio- en un mundo sin ejércitos. La violencia engendra siempre violencia, y el ciudadano Quintela está convencido de que la guerra siempre es una solución mala, pero también de que a veces no hay muchos más recursos que invocar para revertir una situación de partida aún peor. El ciudadano Quintela es de los que no ve películas si en ellas hay violencia, y sería contundente en recalificarlas para restringir su visionado por menores, así como programas de televisión o juegos de ordenador por sus contenidos ligados a tal cuestión. El ciudadano Quintela es pacifista confeso y convencido, pero es por eso que cree que hace falta la existencia de un recurso, seguramente contenido y como última vía, precisamente para garantizar esa paz.

Creo que, dicho lo cual, podemos colegir que el ciudadano Quintela no es sospechoso de un militarismo exacerbado, o de llevar la cuestión de la violencia en la sangre. Pero este tampoco plantea, como ven, realidades un tanto infantiles y fuera de lugar. No sé qué piensa la ciudadana Colau, pero me lo puedo imaginar. Quizá concuerde en muchas cuestiones con el ciudadano Quintela, y en otras no. En todo caso serán sus ideas y, hasta aquí, no hay nada que decir.

¿Cuál es el problema, entonces? Pues que la señora que fue a la inauguración de la feria educativa no fue tal ciudadana Colau, muy respetable y que puede tener las ideas que considere oportunas, igual que el ciudadano Quintela. La señora que fue allí resultó ser la alcaldesa Colau, y aquí la cuestión cambia. Una alcaldesa o un alcalde son representantes institucionales, que tienen sus propias ideas, pero que han de supeditarlas a la cuestión institucional que ejercen por mandato del pueblo. Porque, no se engañen, habrá barceloneses y barcelonesas muy poco apegados a la cuestión del Ejército, pero otros lo serán mucho, y a todos ellos representa la señora alcaldesa. Sin venir a cuento, dirigirse directamente a unos señores para apostillar que a ti no te gustaría que estuviesen allí -y el vídeo difundido es diáfano en esta cuestión y no se presta a interpretaciones- sobra.

Porque una cosa es que, en una ponencia política o en un discurso en el que venga a cuento, un determinado cargo institucional plantee escenarios diferentes al actual, donde argumente la necesidad o no de tal o cual recurso o la pertinencia o no del mismo en un determinado contexto. Pero este era otro, mucho más institucional y protocolario, en un evento sobre la panoplia existente de posibilidades en educación superior, una vez terminado el Bachillerato, donde el estamento militar tiene efectivamente una presencia y oferta real. Entonces, pudiendo evitarlo, ¿a qué se debe la saeta directa de una señora que está allí no como ciudadana, sino como representante de un pueblo heterogéneo y muy plural?

Es por eso que, desde mi punto de vista, alcaldesa Colau, creo sincera y humildemente que se ha equivocado usted. Una cosa son sus ideas -respetables y suyas propias, como las mías- y otra distinta es que, cuando está investida de su cargo institucional, ha de sumar usted y no restar. Si la presencia de los militares y su stand no le gustaba, podía haberse limitado usted a un saludo cortés y ya está, sin alharacas. Pero ir a explicar personalmente las veleidades de la ciudadana Colau no es algo que entre en las atribuciones de la señora alcaldesa Colau. Para mí es, sinceramente, solo postureo. Y postureo que resta, que enfrenta y que erosiona las instituciones. Una pena.