No acierto con otro símil para comparar lo que hacen los responsables de la UE con los fugitivos que vienen a Europa huyendo de sus infiernos. Reconozco que no sabría ofrecer soluciones si me viese en el pellejo de los gobernantes griegos, austríacos, húngaros y los de las naciones que ven esas avalanchas en sus fronteras. A distancia es muy fácil opinar pero teniéndolos a la puerta -en parte ya ocurre en Ceuta y Melilla- quizás me tendría que callar. No obstante la visión de esas alambradas, del hacinamiento sobre el barro, de muchedumbres escoltadas por policías, los aplastamientos por coger alimentos me revuelven las entrañas. Eso no es forma de tratar a seres humanos que emigran. Eso no es Europa, continente que siempre ha acogido y ha lanzado a miles de los suyos como emigrantes. Para colmo el reciente acuerdo con las autoridades turcas revive uno de los últimos minutos míos publicado, donde hablaba de un comercio inhumano e indigno. Eso es lo que opino de la millonada a pagar a Turquía por los emigrantes devueltos, aparte de la promesa de agilizar las negociaciones para su ingreso en una UE que pierde su europeidad si incorpora a un país ajeno a Europa.