En su día una publicación que recogía una retahíla de disparatadas respuestas que los alumnos de la época daban a sus profesores en los exámenes, supuso un éxito editorial y provocaba las carcajadas de los lectores. La situación política actual y las actitudes y afirmaciones de nuestros líderes de hoy bien podían animar a algún sagaz escritor a publicar una nueva edición de tan perverso libro inspirado en nuestros políticos. Como ya hemos escrito en esta columna de LA OPINIÓN, hace algunos meses, estamos abocados a unas nuevas elecciones el próximo 26 de junio. El tan anunciado tiempo nuevo de la política se ha convertido en una gran trampa que ha atrapado a los españoles ante la indolencia, la incapacidad y la mediocridad de nuestros responsables políticos. Somos muchos los que dudamos que unas nuevas elecciones puedan variar en su resultado del que se produjo el pasado 20-D y por lo tanto mucho nos tememos que tras el 26-J todo pueda seguir igual. Incapacidad para el diálogo, imposibilidad para el acuerdo, más tiempo de gobierno en funciones y la incertidumbre comiéndose por los pies nuestra debilitada economía. No hay antecedentes de ningún país que inmerso en la inestabilidad política pueda producir crecimiento económico y generar empleo y riqueza. Si esta teoría pudiera hacerse realidad cabe preguntarse si nuestros políticos se la han planteado. Si han previsto que unos nuevos comicios no solucionen el grave problema de incomunicación y permanezcamos en esta tierra de nadie que solo parece gustar a aquellos que están por la labor de destruirlo todo sin proponer nuevos horizontes realistas que devuelvan al pueblo serenidad, ilusión y un futuro próspero que tanto ansiamos. Mientras tanto continuaremos con la guerra de las banderas que se dejó ver con cierta virulencia el pasado 14 de abril. Discutirán algunos si quieren ser o no españoles y se alimentará el viejo rencor traducido en pleno siglo XXI en una lucha cansina por el cambio de nombres del callejero que nunca contentará a todos pero servirá como venganza fría para alargar eternamente los flecos de una contienda civil que los españoles, o por lo menos una gran parte, dimos por finalizada no en 1939 sino en 1978 con la aprobación de nuestra Constitución. Lejos de facilitar el fortalecimiento de nuestras estructuras económicas parecemos empecinados en arrasar nuestras estructuras democráticas para revolver más el río en el que los antisistema pescan a placer haciendo bueno el refrán de que a río revuelto, ganancia de pescadores. La impotencia que sufriremos los españoles, si todo esto ocurre, será ilimitada porque nadie se hará responsable de la situación. Es más todo parece indicar que los mismos cabezas de cartel que nos han traído hasta aquí repetirán sonrisa en los pasquines electorales de la campaña que ya ha empezado. Vergonzantemente ninguno de los líderes nos ha pedido perdón a los ciudadanos y todos ocupan su tiempo en intentar convencernos de que si hay elecciones será por culpa del otro. Vamos, aquello de que entre todos la mataron y ella sola se murió, no me negarán que este sainete da para un nuevo libro: España 2016, antología del disparate.