No estoy en cine de barrio y perdonen que empiece hablando de mí. Con la llegada de la Feria del Libro de A Coruña voy haciendo acopio de lecturas para el invierno. No oculto mi admiración por las hormigas. Suelo leer literatura y títulos de historia. Esto último, tanto por gusto como por la inercia continuista de la carrera que me dio de comer. Y tocante a la literatura histórica no hago más que bracear en el remolino de guerras que tantas carreras de escritores, profesores y académicos han alimentado. Pero hay veces que hubiera deseado saber menos de nuestra cerril barbarie, de nuestro testarudo gen del cabreo universal y del color artístico de las batallas.

Empiezo a ser muy pesimista. No lo oculto. Otros lo expresaron mejor que yo. Camús, por ej. dejó escrito que el mayor problema filosófico era el del suicidio. Y Adorno concluyó que " escribir poesía después de Austwitch es un acto de barbarie ". Pero he de reconocer que esto es una postura personal y hay otras más optimistas frente al mismo hecho y sinsentido de la guerra, como la de aquel señor que vio peores cosas que un servidor in situ. Me refiero a Henry Dunant, que fundó la Cruz Roja tras contemplar los heridos y moribundos, hasta 40.000, (como hormigas aplastadas por un senderista salvaje) tras la batalla de Solferino.

(1.859) España fue una de las primeras naciones que se sumó al proyecto y muy activamente, por cierto. Un médico militar, de apellido Landa, inventó una camilla ligera y plegable que se adoptó en Europa.

Y al hilo del título de este escrito me paro a destacar a dos "chicas" con acierto: La reina Victoria Eugenia y Concepción Arenal, que tuvo que disfrazarse de hombre para hacer estudios universitarios; fue secretaría general de la institución y destacada defensora de los derechos de los presos.

La reina Victoria también se implicó notablemente en La Cruz Roja y apoyó la creación del cuerpo de enfermeras del que se sentía orgullosa de pertenecer. Hoy no toca extenderme con los miles de voluntarios y voluntarias que hacen posible que esta institución humanitaria nos siga recordando que hay vida después de la batalla y compasión redentora del odio destructor. No sé por qué en la Universidad no es de lectura curricular la historia de las guerras contra la guerra, las estrategias del Imperio de la bondad contra los ataques del odio, el movimiento de los ejércitos de la gente de buena voluntad frente a las hordas de primates sin evolucionar.

Como en la carrera no me lo exigieron me lo he exigido a mi vez y me he traído de la Feria Guerra y Paz e Historia de la Cruz Roja Española. No sé a quién se le pudo ocurrir que las chicas son guerreras.