Se ha puesto en marcha la maquinaria electoral y ya se vislumbran proyectos de diseño partidario sin otra justificación que no sea política o de intereses inarmónicos. Ha comenzado el derroche. Núñez Feijóo anuncia destinar millones de euros para fomentar el vernáculo en las empresas. Sigue la senda catalana, cuyas consecuencias están a la vista.

El ayuntamiento de La Coruña dedicará 200.000 euros a la cooperación internacional suprimida, al menos localmente, en la última legislatura, dada la dudosa aplicación desde los municipios, la picaresca registrada y el destino incierto de los fondos. La oposición guarda silencio, como si no advirtiera que las competencias éticas todavía no han sido transferidas para uso del Gobierno local.

Nuestro alcalde continúa entregado a la ambigüedad de las Mareas, perdido, a veces, en la política enrevesada del populismo, en demérito de su tarea obligatoria de regir la ciudad. Las Mareas, instrumentables, instrumentalizadas o instrumentos remedan al BNG, dirigido por los radicales de la UPG. Ciudadanos todavía no existe en Galicia. Sus líderes, cajetillas catalanes, no parecen confiables. Focos, cháchara, televisión, son sus preocupaciones. Pese a sus negativas a los sillones, estos tapiceros no dudaron en aceptarlos a la hora de componer la Mesa del Congreso.

El PSdeG sigue en el desconcierto. Su líder Leiceaga no acaba de asentarse, se mueve inseguro. El capo socialista es el alcalde de Vigo, secundado por esa fuerza motriz de conflictos que es la titular de la Diputación de Pontevedra, Carmela Silva. La política de los alcaldes novedosos, tras año y medio de gestión, ha dado su medida. Su política, trazada sin sentido común, nos lleva a pensar si no ha sido demasiado premio confiarles la gestión municipal. Existe algo más que política, amigos; el hombre, el ciudadano, que de vez en cuando piensa.

Otrosidigo

Los Juegos Olímpicos de Río acaparan la actualidad. Un borrón para la emisora de alcance nacional, que transmitió la jornada inaugural. Se echó de menos una narrativa más equipada en el aspecto cultural y más galanura idiomática. Sobraron las estridencias y la vociferación. Solo le faltó cantar ¡gol! al relator.