El último cisco político, querida Laila, se montó a propósito del orden del día de la sesión de investidura establecido por la presidenta del Congreso, Ana Pastor. Resulta que a la señora, de apariencia tan seria y ponderada, no se le ocurrió otra cosa (o se la hicieron ocurrir) que aplicar el mismo modelo que estableció su antecesor, Patxi López, para la fallida investidura de Pedro Sánchez y que el PP había criticado aparatosamente, rechazado y recurrido por considerar que se trataba únicamente de favorecer el protagonismo mediático en exclusiva del candidato socialista en el primer día de la investidura, haciendo que hablara él solo y no pudieran hacerlo sus oponentes hasta el día siguiente. Pues ahora el PP hace exactamente lo mismo y Ana Pastor argumenta que se trata de dar más tiempo (una noche) a la oposición para preparar sus réplicas. ¡Allá va la pretendida sensatez, seriedad y presunta imparcialidad de la presidenta del Congreso! Me dirás, y con razón, que el cisco montado y la misma chapuza de la presidenta tienen muy escasa relevancia política y que incluso el objetivo de dar protagonismo a Rajoy (reina por un día) es bien banal y baladí. Baladí en el sentido primigenio del término de "propio del país", porque es propio del país de la política y del país propiamente dicho. Efectivamente, es desproporcionado el enredo o la "estrucia", como dirían mi madre o Neira Vilas, pero la artimaña no deja de ser significativa del talante de esta gente, capaz de recurrir a semejantes tretas, de tan baja calidad ética y estética y para resultados u objetivos tan insignificantes. Porque si para tales pequeñeces son capaces de denigrarse tanto, ¿qué no harán cuando están en juego intereses de envergadura? Es como si estuviesen jugando a ver quién jode más a quién. Imagínate, por ejemplo, que el único o principal objetivo de Pedro Sánchez fuese ahora pasarle factura a Mariano Rajoy por lo sucedido en la pasada mini-legislatura. "Si yo fracasé en la investidura, ahora fracasarás tú". A esto suena eso de "es la hora de Rajoy y del Partido Popular". Si esto fuese así, querida, no te extrañes de que al día siguiente de la fallida investidura se abriesen posibilidades para la abstención del PSOE en una próxima, una vez ajustadas las cuentas. Porque si uno juega con su propia dignidad y honorabilidad por asuntos de tan poca relevancia, ¿qué no hará cuando llegue el momento de jugarse las cosas de comer? Lo malo de todo este circo son los costes. Los económicos, que no son pocos pero que parece importarles un comino, porque se trata de pólvora del rey, y sobre todo los morales y políticos que conducen al deterioro de la democracia y al desprestigio de la política misma, que tampoco parece importarles mucho mientras estén en el machito.

Si este es el talante y el clima en los principales partidos del país, muy poca importancia, relevancia y efectividad van a tener los pactos y acuerdos que se puedan conseguir, por mucho que se firmen o incluso se acompañen de su correspondiente memoria económica, porque la memoria en política, en esta política de lo mezquino, es lo primero que se pierde. Ya lo anunció Mariano Rajoy el mismo día que dijo asumir las condiciones previas que le impuso Ciudadanos para negociar. Vino a decir que gran parte de lo asumido era cosa de tiempo (y ya se sabe que para Rajoy el tiempo es lo que es) y que se iba a necesitar el concurso de otros partidos. Concurso que Rajoy no ha ganado nunca. Por eso no me extraña que un analista, de cuyo nombre no logro acordarme, haya tildado a Albert Rivera de ser un pichón, por lo tierno y candoroso, a merced de los espolones de don Mariano.

En fin, querida, un cisco relevante por lo que revela.

Un beso.

Andrés