El resultado de las elecciones gallegas define el sentir de los ciudadanos de alejarse de aventuras políticas, empapadas de proyectos y de nubes de incienso que, una vez disipadas, está la nada. Tras los comicios, el realismo mágico de Galicia se hace presente, como un gran libro abierto en el que caben todas las historias, historias -repetimos- que se reflejarán en O Hórreo (parlamento regional), metáfora del granero, donde el labriego gallego guarda su otoñada. Galicia será regida nuevamente por un gobierno en mayoría del Partido Popular, cuyo presidente es un político de oficio convencido de la sabiduría de sus decisiones, al que le embarga la ceguera del Xacobeo y el acérrimo acantonamiento institucional y universitario. El PSG necesita una catarsis, alejarse del tinte populista y constituirse como una firme y moderna opción socialdemócrata. Todavía no se ha sacudido de haber gobernado con el BNG, que intentaba escribirnos la historia. En Marea, instrumento de Podemos, ha superado a los socialistas gallegos y, también la capacidad para cubrir la falta de tablas de su novel candidato al que, desde el punto de vista intelectual, le han sobrado desvaríos sobre el uso del prontuario. El tropezón de Ciudadanos estaba cantado. Con sus peroratas naif, su salsa rosa, envueltas en tanta arrogancia, son bocados indigestos para superar la capacidad negativa para atraer adhesiones. Anunciar desahucios de políticos antes de tocar poder ha sido un dato de prepotencia que sancionaron las urnas. Ana Pontón hizo una campaña aceptable, pero necesita que el BNG renueve su armario. Echar mano de upegos/as no es la mejor medicina, salvo que se quiera volver a los merovingios. La UPG ha fracasado, porque su intervencionismo radical les impide separar la libertad de su discurso, de la coerción.

Otrosidigo

Finalizada la actividad electoral, nuestro Ayuntamiento debe afanarse en resolver los problemas de índole público que agobian a nuestra ciudad. Don Xulio ha de moverse con diligencia, más atento a las observaciones que a las deducciones y hacerlo con cordura. Se acabaron los tiempos para los políticos que tienen la facultad de escamotearse a sí mismos.