Los discursos de nuestros gobernantes vernáculos dan para varias tesis. Consignas, ambigüedades, simplismo, etc., pueblan su línea de comunicación. Excepto el socialista Leiceaga, hombre bien equipado y de sosiego, que huyó del discurso de la oposición, cuyas recetas genéricas eran previsibles. El lenguaje oficial necesita claridad y concreción, singularmente en el Parlamento, lugar de encuentro, donde las bravuconadas y las actitudes camastronas señalan la incapacidad de la dialéctica al optar por el "rupturismo" de las normas convencionales. Núñez Feijóo fue preciso y tajante: "No me pidan que haga lo contrario de lo que los gallegos demandan, porque no lo voy a hacer". Contumaz, de zancada rápida, como aconseja el Génesis, el titular de la Xunta camina al paso del rebaño que va delante. El nuevo viejo gobierno autonómico tiene ante sí un reto complejo y muy urgente: la demografía, la pérdida de población de Galicia, la insuficiente natalidad, tan relacionada con los problemas económico-familiares. Sucede que a los políticos cuando suena la palabra "familia", sus voces bajan una octava y sus ojos semejan empañarse. La defensa de la familia, en los ámbitos gubernamentales, ha sido hasta la fecha un floreo retórico. Ya no resulta creíble relacionarlo solamente con la enseñanza, cuando no existen convicciones firmes de abordarlo. Por eso, se hace necesario el análisis exhaustivo y abordar la pérdida permanente de población, con visión global, totalizadora.

Otrosidigo

Los progres cuando llegan al poder, lo primero que hacen es el balance de los privilegios del cargo. Suelen pedir, comúnmente, un automóvil. En el bipartito PSG-BNG, hubo quien exigió un coche de lujo, a estrenar, y logró ampliar su despacho oficial. Un conocido político, zurdo de las dos manos, como diría Casona, que tanto empeño puso en conseguir un coche, se le otorgó uno tipo "nupcial". Galicia adelante, llamaba la atención ver bajar la "pequeñez" del espectacular vehículo, cuyo consumo era una ruina económica. La realidad y el pudor le hicieron desistir del uso del coche.