Hubo un tiempo en el que el PSOE socialdemócrata gobernó España haciéndola funcionar, abriéndola al exterior y contribuyendo, además, a centrar a una derecha que venía del franquismo, del institucional y del sociológico, obligándola a mirar de frente a la sociedad española y a aceptar sus transformaciones ideológicas, sus nuevas reivindicaciones territoriales, sus exigencias de participación, de igualdad, de modernización en suma. Con Rubalcaba y Sánchez esa izquierda socialdemócrata y española inició una senda radical y centrífuga, que la llevó al desconcierto y a la pérdida de presencia y poder hasta dejar de ser útil a la ciudadanía moderada que valora la estabilidad y la sensatez, la inmensa mayoría, viéndose desbordada por un populismo desordenado y pretencioso y por los nacionalismos pasados ya al independentismo. Con Rajoy de nuevo presidente el PSOE parece dispuesto a reencontrarse con su pasado socialdemócrata y a dar muestras de querer volver a ser útil en un ámbito tan decisivo como el de la política económica. Hay que celebrarlo, sí, pero no echar las campanas al vuelo como ya hacen las voces más prosocialistas del mundo mediático.

Sí parece que la dirección socialista, provisional y excesiva en sus competencias no se olvide, ha decidido desmarcarse del izquierdismo populista, la enfermedad infantil también de la socialdemocracia, dicho sea con permiso de Lenin. La Gestora de Fernández quiere despodemizar al PSOE y se lo facilitará Iglesias con sus posturas gamberras, haciendo de la calle el escenario preferente de la política y con esa búsqueda viejuna de la clase obrera como sujeto de la gran ensoñación mundial que persigue. Le queda a la dirección socialista un escollo para despodemizarse del todo y es Sánchez, escollo enorme si vuelve a gobernar la nave y capaz, aunque pierda, de desencuadernarla. En suma, la vuelta del PSOE a donde solía, a la socialdemocracia pragmática y sensata, puede ser realidad con el impagable capote de Rajoy al no convocar las terceras, díganlo con honestidad los voceros mediáticos del PSOE, con la suave pero evidente mejora de la situación sociolaboral y con la certeza de que las políticas radicales no traen cuenta sino todo lo contrario, como se ha comprobado en las tres últimas elecciones generales y en las dos autonómicas de Galicia y el País Vasco.

Podría ser, digo, la despodemización del PSOE, pero le queda lo más difícil para volver a ser lo que fue y a gobernar tanto como gobernó en el Estado, las Autonomías y

los Ayuntamientos. Lo más difícil, porque la Gestora de Javier Fernández dirige un PSOE, sí, pero no al PSE vasco, ni al PSC catalán, ni al PSM balear. Eso como poco, porque su voluntad de partido nacional se ha debilitado mucho en los últimos años y es mucho lo hay que recuperar y no parece que el tan forzadamente ensalzado documento de Granada, un diseño ambiguo y generalista de reforma federal del Estado, vaya a ser el remedio de nuestros males territoriales. La vía Rubalcaba la denominan los voceros socialistas que ya ven la reforma constitucional a la vuelta de la esquina y con ello el triunfo del partido que siempre y en todo, dicen, tuvo la razón de su parte frente a la derecha extrema e incapaz de Rajoy. La reforma tendrá que esperar y antes demostrarse imprescindible. Yo no lo veo así, por el contrario, de nada valdrá la reforma federal si antes los socialistas vascos, catalanes y baleares no están convencidos de que España es, para ellos también, un proyecto y una realidad común, querida y positiva.