18 de enero en mi calendario, y aquí volvemos a vernos. No voy a aludir hoy a que el tiempo sigue raudo su camino, porque ya saben que ese es uno de mis temas favoritos de conversación, y ya lo hemos hablado aquí muchas veces. Pero sí, eso es tan cierto como que, si yo he escrito estas líneas y usted me lee, es que los dos seguimos por aquí, y somos capaces de materializar, una vez más, esa capacidad mágica que tenemos los humanos de poder comunicarnos, aunque en este caso sea de una forma asimétrica y menos bidireccional. En todo caso, que hablemos mejorará nuestra percepción del entorno y contribuirá a hacernos mejores. Yo siempre animo a hablar, de lo que sea y cómo sea... Mucho mejor eso que quedarnos callados e interiorizar determinados sentimientos o percepciones que pueden acabar lastimándonos o distanciándonos...

Es por eso que siempre recibo con interés, agrado y expectación cualquier idea honesta, fundamentada y que aspire a mejorar nuestro contexto vital. Porque todo lo que se diga con tales características, generalmente, contribuirá a despejar la bruma conceptual que muchas veces nos confunde, así como a explicar mejor qué nos rodea, cuáles son sus debilidades y fortalezas y cómo hacerlo más compatible con una existencia mejor para todas y todos.

Y si, además, esto lo dice una organización de referencia a nivel global, como es Oxfam Intermón, a cuya construcción por estos pagos dediqué casi catorce años de mi vida, teniendo la oportunidad de conocer, compartir y construir de primera mano, con muchas otras personas, sus planteamientos en ámbitos como la justicia socioeconómica, mejor que mejor. Y no solo por cercanía y amistad, que también, sino por constatación de su capacidad de prospectiva y visión estratégica como organización, más allá del corto plazo, que a menudo he echado en falta en muchos otros grupos humanos organizados, de todo tipo.

Con todo, Intermón vuelve a llamar la atención, en estos días, sobre la cuestión de la inequidad. Y lo hace de la mano de un informe titulado Una economía para el 99%, que pueden descargar de su web, y del que en estos días se están haciendo eco los medios de comunicación. Un conjunto de páginas en las que se plantea un diagnóstico de la evolución de la realidad de España, en los últimos tiempos, en términos de un aumento constatado de las desigualdades. Y vinculando este, por una parte, a la agudización de la capacidad de producir desigualdad por parte de nuestro modelo económico y, por otra, por un tratamiento fiscal que, por encima, beneficia a los mejor situados.

No se trata de demonizar nada ni a nadie. Ni de criticar al que ha sido capaz de emprender o, incluso, de construir un imperio. Todo lo contrario. Pero sí que se trata de consensuar qué tipo de sociedad queremos, y qué elementos vamos a poner encima de la mesa para dibujarla. Lo cierto es que la inequidad, que se está consolidando y cronificando en España en capas amplias de población antes ajenas a ella, es una bomba de relojería. Lo expresó, clarividente, Muhammad Yunus -creador del Grameen Bank-, lo afirma Oxfam Intermón en su informe y nosotros hemos hablado muchas veces de ello. Las sociedades muy desiguales, en el límite, son sociedades invivibles. Y de poco sirve tenerlo todo, si uno vive en un búnker por la inseguridad, el crimen organizado, la falta de oportunidades para los más y un entorno claramente hostil. En España, en general, disponemos de un marco seguro de convivencia, y eso es impagable. Si sobre eso pudiésemos producir un incremento de las oportunidades para todos los estratos socioeconómicos de la población, ganaremos en capacidad como país, en optimismo y sentido de grupo, y mejoraremos nuestra convivencia. Si, por el contrario, seguimos incidiendo en una brecha cada vez mayor entre los que más y los que menos tienen, un futuro poco prometedor está servido. Y no hace falta más que echar un vistazo a la evolución de otras sociedades para ser conscientes de ello.

Hoy, en España, hay menos igualdad que antes. Y eso es un problema y, no cabe duda, será el comienzo de un futuro peor y más incierto. A nivel global, somos una sociedad en la que ocho personas -ocho seres humanos- tienen tanto como 3.600 millones de personas. Y eso, por mucho que les demos nuestra sincera enhorabuena, reconozcamos, estudiemos y expliquemos sus logros y abordemos la cuestión de una forma natural, positiva y empática, no parece demasiado lógico visto desde una perspectiva conceptual. Al fin y al cabo, esto de lo pecuniario es un constructo que está directamente relacionado, también, con la capacidad de tener comida, un techo digno, y satisfacer las necesidades más básicas... Y hoy, a pesar de todo lo que hemos evolucionado en tantos campos, esto no está garantizado para todo ser humano...

Desigualdad... Sin duda, la peste del siglo XXI. Entre todos y todas, sin estridencias pero con una dosis enorme de consenso y capacidad, hemos de encontrar su tratamiento y su vacuna.