La victoria de Trump, encuestas favorables a la extrema derecha en Holanda y Francia y el ascenso en elecciones regionales de Alternativa por Alemania (AfD), indican que los ciudadanos se rebelan contra los partidos tradicionales y apuestan por el populismo nacionalista.

Pero tras la retirada de Sigmar Gabriel, líder hasta ahora del SPD, y su relevo por el expresidente del Parlamento Europeo, Martin Schultz, las cosas están cambiando con rapidez. El 50% de los alemanes, catorce puntos más que antes de las elecciones del 2013, dicen preferir un gobierno del SPD frente al 39% que apuestan por Merkel. Y la intención de voto al SPD se ha disparado y empata ya con el CDU. Y según Der Spiegel el viento a favor de Schultz sopla con fuerza y el de Merkel se estanca.

¿Por qué? Se apunta al cansancio generado por tantos años de gobierno (doce), que también afectó a Adenauer, Kohl o Margaret Thatcher. Y a que la actitud de Merkel hacia los inmigrantes rompió su vínculo con el electorado más conservador y con los dirigentes de la bávara CSU, más pendientes de las elecciones de Baviera el año que viene que de las federales.

Pero todo se ha producido tras el aterrizaje de Schultz, un autodidacta que se presenta como un hombre del pueblo, sin título universitario y lejano al establishment alemán (ha sido 20 años parlamentario europeo). Y Schulz no critica la acogida de refugiados, muestra más entusiasmo europeísta que la pragmática Merkel y parece atraer especialmente al electorado joven. Una parte del nuevo voto de protesta iría así a la socialdemocracia, el partido más antiguo de Alemania. ¡Curioso!

En Francia y Alemania un cierto deseo de ruptura se divide pues entre el nacionalismo, nostálgico de las viejas fronteras, y un incipiente neoeuropeísmo. Habrá que ver, pero un canciller como Martin Schultz en Berlín cambiaría el tablero europeo. Aunque mantuviera la gran coalición.