Como todo el mundo, uno ha trabajado en sitios muy raros, uno de ellos era una especie de academia de pisos, muy céntrica, cuyo nombre hacía referencia a los espíritus celestes creados no se sabe bien por quien, y, en particular a los que pertenecen al último de los nueve coros; pero en su original nombre no se hacía referencia a su género ni a su sexo. Ir allí no costaba trabajo, pese al ínfimo salario y a los prepotentes niños pijos que pagaban la mensualidad.

Dejando atrás anécdotas que poco vienen al caso, pongámonos de acuerdo en la poca importancia se le suele dar al nombre de un centro educativo; incluso los más antiguos conservan referencias poco concordantes con la Ley de Memoria Histórica, cuando no son claramente ilegales. Afortunadamente van quedando menos casos, pero la memoria no falla y aún recuerdo sargentos provisionales, generalísimos, innombrables ministros y el santoral completo.

Así mismo, nos encontramos con gran cantidad de centros que se denominan simplemente haciendo referencia al lugar de su enclave; no es intrínsecamente negativo, pero se desperdicia la ocasión para vincular el centro a un personaje destacado, propio del lugar o no.

La reflexión que quiere introducir este folio va dirigida a las comunidades educativas de los centros escolares sugiriendo que mediten con más detenimiento la elección del nombre del centro.

Constatamos que el número de colegios e institutos con nombres que homenajeen a mujeres destacadas en su tiempo, en cualquier actividad, es escasísimo. Por supuesto, y sin restar méritos, puede parecer que no hay más mujeres que Rosalía, Pardo Bazán o Concepción Arenal, que sin duda han de seguir teniendo sus reconocimientos; pero desde hace tiempo barrunto y observo que conviene que salgan de anonimato y se pongan en valor multitud de nombres de mujeres dedicadas a las ciencias, las letras, las artes, la educación, los movimientos sociales, el feminismo? es decir una discriminación positiva más que servirá sin duda para despertar curiosidades y conciencias, que visibilice más el hecho de que la historia también la escriben las mujeres. Conozco el Colegio Público John Lennon en Fuenlabrada, pero no conozco ninguno con el nombre de Janis Joplin, un ejemplo tomado por los pelos. En muchos lugares sería imposible y las razones serían largas de explicar para el ajeno a las realidades del minifundio cultural en el que se sobrevive, en el mundo rural con las cabezas tapadas, el luto riguroso y los cerebros ortopédicos.

De todas formas saludamos con satisfacción la iniciativa, seguramente no aislada, del ayuntamiento de Culleredo, A Coruña, que recientemente ha dedicado la escuela unitaria de Celas a Amparo Prego, maestra durante dieciséis cursos; el antiguo centro de salud de Peiro que llevará el nombre de Adela Jean, maestra durante 22 años y el centro social Sagrada Familia honrará que a la poeta local, Emilia Calé, las tres nacidas a mediados del siglo XIX.