Ya hubo una estampida pública en una procesión en Málaga, y otra más seria en Sevilla, ¿hay que esperar una tercera provocación callejera, con más víctimas, para dar importancia a desórdenes públicos como ahora bondadosamente se califican tales desmanes? Se sabe que hubo grupitos de gentes que se organizaron para reventar unos actos religiosos, con gritos pro ETA para disfrazarlos de terrorismo, aparte del desacertado "¡Alá es grande!" proferido por un borracho. Vivimos tiempos en que la expansión del mal, sea por auténtica perversión o por simple diversión, invade áreas que antes ni imaginábamos. Ahora, con la facilidad de los medios de comunicación, con la mundial divulgación de conductas de todo tipo, cualquier actuación circula por medio mundo. Hay que estar armados de valores para saber qué es lo bueno y qué lo malo, porque la difusión de ciertos hechos propende a su imitación. Papel decisivo el de los medios de comunicación para no banalizar acciones de por sí nocivas. Y papel también decisivo el de las fuerzas del orden para desenmascarar a esos provocadores que sea por diversión, por maldad o auténtica inquina religiosa causan un mal cierto en la sociedad.