El incendio del asentamiento chabolista del Puente del Pasaje evidencia la incapacidad de los sucesivos gobiernos locales en acabar con una antigua lacra social y resolver, posteriormente, el alojamiento de sus moradores. Lo único que queda, tras el siniestro, es un solar apetecible para la urbanización. El espíritu de solidaridad para la inmediata ubicación de los chabolistas, en distintas zonas de la ciudad, ofreció reparos y renuencias, posiblemente por la falta de pedagogía previa y acertada asistencia social. El Gobierno local se propone pasar a la acción y darle un golletazo al problema, que figura entre sus anunciados postulados. El esfuerzo del Dillo ti, desplegado por los barrios, se convertiría en palabra silbante al no haber conseguido en sus asambleas públicas vencer la débil memoria del vecindario. Superada la fase de los augures repetitivos, "hay que darlle una volta" o "sentidiño de país" quedarían como bricolaje cortoplacista y fórmulas primarias del quehacer político. En otro capítulo, renacen las fricciones con la Xunta, con motivo de la inauguración de las nuevas sedes judiciales en el remozado edificio de la Tabacalera, y confirman antiguas quejas de nuestro alcalde por los desdenes del Gobierno autonómico, más interesado en "o bo camiño" o mostrar el "destino único" hacia el que continúa el suma y sigue de los dineros públicos. Don Xulio, conocedor de las normas exigidas para cualquier actividad en territorio municipal incumplidas, debió haber reflexionado a la hora de hacer acto de presencia en el acto inaugural o, en todo caso, soportar la angustia del silencio y guardarse el discurso. En política, insistir en la controversia con los que hay relación de dependencia puede convertirse en el acto de equivocarse.

Otrosí digo

El Atlántico se ha cobrado nuevas víctimas, ahora en las Rías Bajas, entre gente marinera entrenada para los esfuerzos más serios. Es una constante en Galicia, que siempre se emociona cara al mar y, a veces, la emoción se vierte en lágrimas.