Uno de los más sorprendentes paraísos naturales de Galicia se ubica paradójicamente a escasos kilómetros de la ciudad de A Coruña, en una de las áreas más pobladas de la comunidad. La costa de Dexo, situada entre las rías de A Coruña y Ferrol, en el Golfo Ártabro, que comprende un área de cerca de tres mil hectáreas entre el faro de Mera y el puerto de Lorbé, incluyendo las islas próximas al litoral y que fue declarada Monumento Natural en 2000, es sin embargo una gran desconocida para muchos.

Esta costa destaca por el espectacular paisaje de sus abruptos acantilados y por ser un refugio natural para la cría de aves marinas. El portal ártabro cuya línea de costa se dibuja enfrente de la Torre de Hércules, acoge la mayor colonia de cría de cormorán moñudo de la Península y una de las principales colonias gallegas de vencejo real.

Aquí se encuentran las furnas, cuevas marinas semisumergidas que configuran un ecosistema único. Las furnas ofrecen protección frente a depredadores aéreos y terrestres, por lo que las aves marinas las escogen para criar. En ellas habitan una veintena de especies confirmadas de mamíferos y cerca de un centenar de especies de aves, que conforman uno de los conjuntos de colonias de aves más importantes de la costa gallega.

Especies como el vencejo real, la gaviota patiamarilla, el cormorán grande y el moñudo y el lagarto verdinegro, catalogadas como raras en el Libro Rojo de los Vertebrados de España, pueden observarse en este espacio único, que además de ser Monumento Natural es también Zona de Especial Protección de los Valores Naturales, Lugar de Importancia Comunitaria y está integrado en la Rede Galega de Espazos Naturais Protexidos.

Por ello, la costa de Dexo fue incluida por la Xunta en el programa Galicia Birding para el avistamiento de aves, una de las herramientas más eficaces para atraer turismo de calidad.

Las paredes verticales de estos acantilados dan cobijo además a una vegetación autóctona, con especies endémicas como la herba de namorar, una planta que sólo nace en Galicia y en el norte de Portugal.

Bajo la superficie, la diversidad es igual de sorprendente. Algas rojas verdes y pardas cubren las rocas y contribuyen a la supervivencia de infinidad de organismos formando grandes bosques submarinos. Entre sus aguas nadan arroaces, calderones, rayas y congrios. A la riqueza natural hay que sumar la etnográfica, ya que Dexo fue asentamiento de pueblos prerromanos, como prueban los cuatro castros que se conservan en esta costa.

El enclave emblemático de esta costa es el Seixo Branco, una brillante veta de cuarzo que destaca en medio de los acantilados y que actúa como un faro natural en días de escasa visibilidad y en el que se encuentran las ruinas de una antigua batería militar. Y es precisamente en este punto significativo de la costa de Dexo donde ha arraigado un penoso estado de abandono que este periódico desveló hace unos días.

El paraíso paisajístico se torna aquí monumento al descuido por el lamentable estado de las antiguas instalaciones militares, cuyo origen se data en el siglo XVII. El edificio principal, al borde del emblemático acantilado, además de ruinoso, está plagado de pintadas por dentro y por fuera y otro de las salas es usada como improvisado e insalubre retrete.

Los paneles informativos sobre la fauna y la flora del entorno están aún en buen estado, pero no así los postes indicativos de las rutas de senderismo. Estas deficiencias se unen a la invasión de especies predadoras como la hierba de la Pampa conocida como plumacho o la uña de gato, que avanzan imparables y amenazan a las especies de flora autóctona como la herba de namorar.

Hace ya casi una década, el Consorcio As Mariñas anunció la rehabilitación de las ruinas militares, en un proyecto que incluía tres rutas de senderismo y actuaciones como bancos de piedra y la mejora de la protección de las furnas, ahora limitada a una precaria valla de madera. La iniciativa naufragó sin embargo por el complejo entramado de administraciones con jurisdicción en la zona, entre las que se incluyen la Xunta, Costa y Defensa. Unos por otros, la casa sin barrer.

La joya de la corona de la costa de Dexo pide a gritos una labor permanente de mantenimiento que hoy por hoy es inexistente. Una prueba de ello es que son los alumnos del instituto María Casares de Oleiros quienes se ocupan voluntariamente de combatir la invasión del plumacho. Dexo, además de ser un paraíso a las puertas de casa para el medio millón de habitantes del área metropolitana, es una gran oportunidad para atraer turismo familiar y de calidad. Una rehabilitación de la vetusta batería militar respetuosa con el entorno puede convertirse en un gran atractivo si se une a las reformas en marcha de castillos en la zona que también albergaban antiguas instalaciones de defensa de la ría de A Coruña.

Las administraciones competentes tienen la responsabilidad de ponerse de acuerdo para revertir el abandono de un monumento natural casi único en España por su ubicación en el corazón de una gran área urbana.