El terror paraliza la memoria, pero no la destruye.

Y con el tiempo se descubre que no hay otra victoria que la de la memoria,

compensación melancólica al fracaso inevitable del deseo.

Manuel Vázquez Montalbán (1985)

Muchos de los que hace cuarenta teníais veinte y no pudisteis votar en las elecciones de junio del 77, participasteis en la campaña electoral, a menudo difundiendo mensajes surrealistas contra la Transición, por su lentitud y su supuesta mano blanda con la dictadura. A fin de cuentas, desde hacía cuatro años atesorabais una docena de noches de calabozo, unos sopapos, algún juicio oral sobreseído por un juez que os decía que os portaseis bien y las zancadillas para tener pasaporte.

Poco tiempo después os llamaron a ser hombres de caqui y en aquellas arengas de los estrellados conocisteis la España real y la tremenda contradicción en la que habíais estado viviendo, no os domaron; pero sí os abrieron los ojos, vuestros panfletos no eran suficientes; es más, eran superfluos para seguir arrancando espacios de aquella libertad real en peligro.

El resultado electoral lo habíais analizado como un pucherazo de Martín Villa y sus conmilitones que acudieron al sastre a tiempo; como el Borbón, que se maquilló un poco para sobrevivir. Ahora veis que muchos jóvenes profesores os enseñan lo que habéis vivido y lo que hicisteis mal. Será ley de vida, pero creo que alguno de vosotros no se resigna a que le cambien la biografía.

No os interesó, ni visteis oportuno el acto-homenaje de los cuarenta años la semana pasada en las Cortes, con sus medallas, con sus presencias y sus ausencias incomprensibles. ¿Por qué ahora? ¿Las ocurrencias de Puigdemont?, ¿los pufos de la corrupción en los juzgados? Ya es tiempo de estudiar la historia seriamente de los cuarenta anteriores, cuando el gobierno de turno se digne en desclasificar los documentos y los ponga, por lo menos, a disposición de los profesionales. Seguramente es vergonzoso que estos hijos y nietos, que confunden un 127 con un ¿128?, dicten cátedra sin preguntaros; creo que tampoco veis oportuno que se use su particular análisis de aquellos hechos para elaborar la teoría política de hoy en día; si es la única inspiración, aviados vais; los que ganaron antaño, ganarán hogaño.

En vuestro imaginario seguro que sigue aquella bohemia extemporánea, que otros aprovecharon en la London School of Economics. De la misma forma seguramente pensaréis que los que os cuentan lo que habéis vivido lo saben todo, pero desperdician joyas que centran el contexto. Seguro que no olvidáis a Manolo Vázquez Montalbán y la Crónica sentimental de la Transición (1985) donde desfilan falangistas enrocados, reformistas del Opus Dei, chaquetas de pana, futuras corbatas europeístas, junto al jersey de cuello vuelto, cineastas y artistas, asiduos a la esfera pública de la Transición, con los que se comparte una esperanza generacional producto de la desazón pasada y la voluntad de cambio.