Un amigo muy descreído de todo lo divino y humano sigue conservando en su vocabulario coloquial la expresión día santo para referirse a cualquier festivo, del santoral católico o del calendario laico; si habla en confianza tanto le da decir que es día santo el 1º de mayo o el 25 de diciembre, no son días laborables.

Pues bien, por estos lares peninsulares tenemos la certeza de que a cualquier lugar que nos acerquemos, seguro encontraremos fiesta y pitanza, hoy asar sardinas, carne y criollos, freír pescadito en la feria de Málaga, vestirse de chulapos en Madrid y buscar al bombero que baje a La paloma, hacer caldereta con la vaquilla, el caso es buscar ocasión para el jolgorio, la escapada de puente o celebrar el día grande de las vacaciones que comienzan o acaban.

Muchas curiosidades encontraremos por España; pero quiero comentarles la celebración originaria que conserva su nombre en Italia, Ferragosto. Si están hoy por el país vecino olvídense de comercios tradicionales abiertos y vayan a museos y monumentos accesibles al turista.

Desde el punto de vista astronómico el 15 de agosto la estrella de la madrugada, Sirius, aparece por primera vez visible al alba, y señala el comienzo del período de descanso en las labores agrícolas. Con el tiempo el Ferragosto llega a ser una fiesta de carácter laico, acompañada de éxodos masivos propagandísticos promovidos por el fascismo con descuentos en los transportes públicos para que los pobres viesen el mar (seguro que algo les recuerda la paga del 18 de julio).

Su origen es más antiguo, parece que deriva de la frase latina feriae Augusti (reposo de Augusto), una fiesta instituida por el emperador, en el 18 antes de nuestra era, uno de los principales días de descanso, los Augustali, después de los esfuerzos realizados durante las semanas previas. Pero el antiguo Ferragosto, además pretendía que los trabajadores desearan buenos augurios a sus patrones, los albañiles fijaban una gran rama de árbol en la parte más alta del edificio que construían, llamada planta de faravóst y a cambio se acostumbraba a dar el Ferragosto, que consistía en recompensar con una remuneración en efectivo o en bienes comestibles a los trabajadores por parte de los empleadores, de modo que las familias pudieran pasar felizmente esas fechas, a ser posible comiendo palomas asadas.

Por un momento parece que las actuales relaciones laborales tienden a regresar a estos actos simbólicos y los empleados de seguridad privada de los aeropuertos, las horas extras no cobradas o los contratos y salarios esclavistas de la hostelería tendrán que esperar a que algún emperador aconseje a los empresarios que se paguen salarios decentes ya que con fuegos artificiales celebran la salida de la crisis después de haber aplicado la reforma laboral para los despidos baratos y las rebajas salariales.