Buenos días, señoras y señores. Esto se termina. Fenece. 2017 se nos está quedando en poca cosa, y en menos de un suspiro daremos la bienvenida al que será recién nacido 2018, despidiendo sin muchos miramientos a este 2017 ya agotado.

Tal fin de año es la razón de que este sea un tiempo de balances. Los hace el Gobierno, la Oposición, los diferentes actores políticos, los medios de comunicación, los programas de entretenimiento y yo creo que, en clave más personal, cada uno de nosotros. Tiempo de revisión de lo que han dado de sí estos doce meses.

Yo les ofrezco aquí el mío. Ni es exhaustivo ni aspira a serlo. Ni está todo lo que es, ni coincidirá al cien por cien con su visión. Pero creo que es una buena colección de temas relacionados con 2017, y que seguirán marcando los focos mediáticos en el año que ahora empieza.

Si les hablo de recrudecimiento de los efectos del cambio climático, de incendios y de sequía, supongo que estarán de acuerdo conmigo. Todo ello ha marcado el ritmo de la actualidad no solo en España -y, particularmente, en Galicia y Asturias- sino también en Portugal. Una realidad que, en términos de la agudización de los efectos del nuevo escenario climático, cada día es más evidente. Suma y sigue, ya verán.

La violencia contra las mujeres -solo por el hecho de ser mujer- es otro tema que no es nuevo y que, por lo que parece, tampoco se quedará solo aquí. En 2017 han sido en torno a cincuenta las mujeres que han visto su vida truncada, supuestamente en nombre del amor. Menudo amor ese, que mata y destruye...

Todo ello en un país -España- para el que 2017 ha supuesto la consolidación de la regeneración de los indicadores macroeconómicos, lo cual ha de ser motivo de alegría. Pero, no nos engañemos, a costa de una mayor inequidad -los parámetros como el Índice de Gini y el AROPE son también meridianos- y de una defectuosa traslación de lo macro a lo micro. Las familias, muchas familias, no han notado todavía los efectos de esa regeneración. Y el segmento socioeconómico medio sigue muy tocado.

Y para terminar la fotografía doméstica, Cataluña. Una realidad que viene de lejos, que este 2017 ha adquirido tonos hasta de sainete, pero que no podemos obviar. Ni poner puertas al campo ni mirar para otro lado. Si hay una parte importante de la sociedad catalana que así lo pide, habrá que crear un nuevo escenario de convivencia. Pero ni dar carpetazo al asunto aludiendo solamente a la actual legalidad, como unos, ni saltarse a la torera todo lo escrito, como otros.

En lo internacional, 2017 fue el año de Donald Trump. De él y de lo derivado de sus políticas, con unos cuantos bandazos, algunas meteduras de pata, la alargada sombra de más de un lobby detrás, y poco más. A ver qué pasa, pero 2018 promete, sobre todo de cara a la escalada -por ahora solo de palabras- con una Corea del Norte poco tratable...

Un 2018 en el que la Unión Europea tendrá que seguir testando su propia realidad, con un Brexit que sigue preocupando y abriendo brechas, y algunos otros problemas, como la cerrazón de algunos de los nuevos países de la Unión a asumir una visión social que fue pionera, y que ahora es obviada por estos. ¿Supondrá esto una nueva crisis, en tiempos de populismos y de un grave ascenso de la ultraderecha?

Y hablando de riesgos globales, en 2017 la locura interesada disfrazada de fundamentalismo religioso nos ha golpeado muy de cerca. Barcelona y Cambrils se han sumado a la lista de destinos del terror. No se engañen, quien organiza esto no sabe nada de Islam ni de amor. Solo de una industria del miedo que suma enteros para buscar su propio beneficio.

Estos son algunos de los temas, más y menos cercanos, que han marcado estos últimos meses. Ninguno de ellos se terminará en 2017. 2018 arranca sin que haya una frontera, un antes y un después, un Rubicón que marque tendencia en los acontecimientos. Todos ellos están vivos, y seguirán entre nosotros.

No me resigno a terminar sin hablar de otro tema, mucho más en clave coruñesa y social. 2017 ha sido el año de la paralización -quizá el fracaso, por ahora- del Proyecto MiCasita, con el que desde el Hogar Sor Eusebia confiábamos en instaurar el necesario e inexistente recurso de baja exigencia que completaría el catálogo de servicios y prestaciones -amplísimo, sumando lo público y lo organizado desde la iniciativa privada- con el que cuenta nuestra ciudad. Ojalá en 2018 los tópicos y el hablar por hablar den paso a otra visión que tenga mucho más en cuenta la realidad de personas que nos necesitan para dar el necesario impulso que cambie su vida. Recuerden que en esto de la situación de calle, nadie está a salvo, por raro que les pueda parecer esto que les cuento. Sé de qué hablo.

Por lo demás, solo terminar. Desearles una muy buena salida de 2017, entrada en 2018, y mucha, pero que mucha felicidad. Ojalá.